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Las plantas popularmente conocidas como “papeleras” son fábricas de pulpa de celulosa a partir de la madera vegetal. Sería más apropiado llamarlas “pasteras”.
En su proceso, las “pasteras” utilizan diversas sustancias químicas y grandes cantidades de agua. Si el agua que entra a la “pastera” fuera igual al agua que sale, o con muy poca contaminación, a estas fábricas les bastaría con reciclar el agua de proceso y utilizarla indefinidamente.
Las “pasteras” necesitan utilizar “agua fresca” a la entrada de su proceso, porque el agua de salida no les sirve. Sale contaminada y no pueden usarla de nuevo en la fábrica. Si esa agua no es buena para ellos, no puede ser buena para nosotros.
En Argentina hay una decena de “pasteras”, casi todas están ubicadas sobre el Río Paraná. No son modernas ni usan tecnología actualizada, pero son muy pequeñas. Aprovechando la “capacidad regenerativa” del río, la propia naturaleza lo descontamina solo. El problema es que esta “capacidad regenerativa” es limitada a pequeñas cantidades.
Aunque cuenten con instalaciones modernas y actualizadas, las plantas que se van a instalar en la localidad uruguaya de Fray Bentos van a tener una gigantesca capacidad de producción. La gran cantidad de agua que van a utilizar en el proceso, es el factor determinante en la contaminación ambiental que indefectiblemente van a generar.
El caudal del Río Uruguay es muy pequeño para “regenerar naturalmente” a semejante cantidad de agua contaminada a la salida de esas “pasteras”.
Al norte de Europa, la Península Escandinava tiene enormes cantidades de bosques para producir grandes cantidades de pulpa de celulosa, pero no cuentan con suficiente cantidad de agua fresca para procesarlas. Dicho mal y pronto, las “pasteras” europeas se van a instalar en Uruguay por que no quieren enchastrar a su propio territorio.
La industria del papel tiene dos etapas. La parte “sucia” que es la fabricación de pasta de celulosa y la parte “limpia” que es la fabricación de rollos de papel. Las líneas de fabricación de papel utilizan equipos de alta tecnología, requieren mucha mano de obra y personal especializado.
La pasta es materia prima y el papel es producto terminado. El gobierno uruguayo ha otorgado el permiso a las empresas extranjeras para producir pasta, la que será exportada a los países de origen, donde sus habitantes producirán los rollos de papel.
Las autoridades uruguayas tenían mucho margen de negociación para exigir la integración de las “pasteras” con líneas de fabricación de papel. Hasta podían haber autorizado la construcción de esas fábricas “limpias” cerca de los grandes centros urbanos y universitarios.
El gobierno del Uruguay ha optado por seguir en el subdesarrollo. Todos los partidos políticos están de acuerdo con esta decisión y el pueblo uruguayo también. Los únicos que se oponen espontáneamente son los desorganizados habitantes de Gualeguaychú. Probablemente la historia les dé la razón, pero cuando ya sea demasiado tarde.
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