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Historias de Entre Rios | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Documentación Relevante |
Cámara de Diputados - Sesión del 13
de agosto de 1897
ESTATUA A GARIBALDI
sabe aprovechar de ellas y ésta es una ventaja para su causa de que no debe
ser
privado. Cuando pedí la palabra resonaban aún los ecos del
discurso del diputado
preopinante; él había determinado la temperatura de la polémica; el ambiente
era
propicio
a la réplica; la Cámara y yo teníamos la
visión común de los puntos
vulnerables; el blanco era grande; yo sentí como si se me invitase a tirar;
si hubiera
tirado, por cierto que habría pegado; y una
sola frase habría bastado para dar al
traste con las hipérboles garibaldinas.
Pero ahora el ambiente se ha enfriado; el blanco se ha esfumado y ya no es
dirigidas.
Permítame la Cámara, que haciendo
un esfuerzo de memoria,
procure trazar la
carrera de este hombre desde el
momento en que ponía
pie en los caminos de la notoriedad.
señor diputado por Santiago del Estero, sino un hombre simple que se
puede definir fácilmente. Su temperamento excesivo y revoltoso y turbulento
le impelía a actitudes extremas, que en su prurito de vanidosa ostentación
asumía con jactancia, y a las cuales su inconsciencia prestaba un descoco
ufano, adecuado para impresionar al vulgo. Él conocía bien el vulgo y con él
se identificó para brillar sobre él y dominarle; y en reciprocidad fue el
elegido
atrae por la sensación y que se las subyuga por la persistencia de las
sensaciones que las complacen. Garibaldi tenía una figura simpática
y atrayente, don enteramente físico. Él lo sabía. ¿De qué medio
valerse
para llamar constantemente la atención sobre su figura que predisponía
en favor suyo? Pues del más simple, del menos inteligente: del traje.
por la Capital, "su traje era una levita azul sin ninguna insignia, de
cuello militar
vuelto, con una doble botonadura dorada, constantemente abrochada de arriba
abajo. Llevaba un sombrero blanco de castor, cilíndrico y alto de copa, con
ala
ancha, doblada hacia arriba como la visera levantada de un casco de la edad
media". ¿Qué le parece, señor presidente, este traje, en Montevideo, durante
el sitio? Quien no esté en el secreto de estas supercherías, se imaginará
quizá
que cuando Garibaldi usó en Italia la camiseta roja, lo hizo cediendo a las
imperiosas exigencias de un hábito contraído o por llevar sobre su cuerpo un
testimonio
patente de sus recuerdos, de su amor al país donde por primera
vez vistiera la camiseta. Pues ya se ve que no fue así. Ni exigencias del
hábito,
ni gratos recuerdos aconsejaron a Garibaldi el uso de la famosa camiseta;
fue
tan sólo el instintivo recurso de los contrastes llamativos, para despertar
la
curiosidad sobre su persona y fijar la atención de las muchedumbres.
rasgos
característicos de su personalidad, o mejor dicho, el único rasgo
característico de Garibaldi. Afilióse a mediados de 1833 en la "Giovine
Italia",
asociación secreta revolucionaria fundada por Mazzini; sorprendida una de
las conjuraciones de la sociedad, sus miembros conocidos fueron condenados
a muerte, entre ellos Garibaldi, quien evitó la pena por la fuga. Hizo un viaje
a Oriente y otro a Túnez, a sueldo de Bey Hussein,
que no era ningún liberal,
y en 1836 partió para Río Janeiro. Aquí pensó dedicarse honestamente al
comercio, sin que le inspirasen repugnancia ni la monarquía ni Don Pedro;
pero quiso su destino que Livio Zambeccari, revolucionario italiano de
1823,
secretario a la sazón de Bento Gonçalves, llegara a Río en
esas circunstancias.
Las seducciones de la vida aventurera y revolucionaria que aquél le propuso
dieron al traste con los propósitos de lucrar mercando; y pronto, unido a su
amigo Rossetti, Garibaldi fue corsario y
revolucionario en el Brasil, buscando
el lucro por otros caminos. Su vida en esta época no ofrece interés: fue
vencido
y triunfó, combatió con valor o sin él, alternativa e insignificantemente.
segunda
vez fue su destino encontrar allí
otros amigos italianos, Castellini
y Cúneo principalmente, quienes estaban vinculados a los intereses de
Rivera; y por esta razón hízose él también riverista. Sus amigos le
procuraron
el mando de una escuadrilla con la cual, valiéndose de artificios de pirata,
forzó el paso de Martín García y navegó hasta Costa Brava, donde libró con
Brown un combate, en que nuestro almirante salió vencedor, combate que
se registra en los anales de la marina argentina con palabras que no honran
a Garibaldi. Insisto en la circunstancia de que tanto en el Brasil como en
Montevideo tomó la dirección que le señalaron sus
amigos, no para insinuar
que, si las vinculaciones de aquéllos con los partidos americanos fuera la
contraria, habríamos visto a Garibaldi indiferentemente imperialista en el Brasil y oribista en Montevideo: no quiero decir eso, aunque fundamentos habría para ello. presunción que permita asegurar que Garibaldi tuviera un concepto claro de la política de estos países y que por él se decidiera a servir los intereses que sirvió. La capacidad política de Garibaldi en esa época ha sido apreciada por el general Mitre, en el escrito ya citado: "Me expuso brevemente su teoría política —dice— a propósito de los males que afligen a la América del Sur, a los cuales no veía más remedio que nuevas revoluciones para destruir los abusos y nuevas guerras que la purificasen". Y más adelante: "La impresión que me dejó fue la de una cabeza y un corazón en desequilibrio... con teorías de libertad exageradas y mal digeridas"... Un hombre con teorías de libertad mal digeridas y que proclama el estado perpetuo de revolución y de guerra en América, no tiene en sí mismo los elementos
—para usar una frase del
general Mitre— de juicio
que le permitan él formaron los militares con quienes estuvo en contacto. El general Medina, jefe a la sazón del ejército del Norte, después de la batalla de San Antonio, se vio en la necesidad de hacer de modo que Garibaldi pidiera su separación del ejército y regresara a Montevideo. He aquí en qué términos refiere este incidente el señor Díaz: "No podía (Medina) convenir en la tolerancia excesiva que el coronel Garibaldi dispensaba a sus soldados, quienes se entregaban a toda clase de desórdenes y cuereadas en los ganados, haciendo depósitos de cueros, sebo y cerdas que vendían o enviaban a Montevideo". La ingénita incapacidad de Garibaldi para mantener la disciplina en sus tropas ha sido reconocida por él mismo en sus Memorias. Con ocasión de la llegada de Anzani a Montevideo, dice: "Repito que fue (Anzani) un verdadero tesoro para la legión y yo, poco organizador, fui afortunado en tener cerca de mí a
aquel La verdad es que como guerrero no
valía nada. Ningún crítico militar "Su sueño (de Garibaldi) era por entonces desembarcar en la Calabria con su legión de voluntarios, dando
la señal de la resurrección italiana". y para cumplirla lo mismo era el campo riverista que el oribista, la bandera de la república de Piratinim que la imperial—, su preocupación era formar un pelotón de soldados aguerridos, adictos a su persona, no por los vínculos de la disciplina sino por el afecto que une el cliente al caudillo, para ponerse a la cabeza de él y mover guerra a todo el mundo, como los condottieri medioevales, con los cuales debía darle un falso parecido aquel "sombrero de castor blanco, con el ala ancha, doblada hacia arriba como la visera levantada de un casco de la edad media" que tan graciosamente describe el general Mitre. dictatorialmente, he ahí el anhelo de su alma, que se despierta en América. Más tarde se manifestará desembozadamente. En Roma, en los días del combate con Oudinot, a que antes aludí, visto que Garibaldi andaba remiso y displicente, Mazzini, el jefe del Triunvirato, le pregunta por escrito: "¿qué queréis, qué pretendéis?" y él contesta con esta carta perentoria: "Mazzini: puesto que me preguntáis lo que quiero, os lo diré: no puedo ser útil a la República sino de dos maneras: o
dictador sin control o simple soldado". era conservar cuatro o cinco mil defensores adictos, que me conocían y que conocía yo mismo, y que habrían
respondido a mi primer llamado". los grandes servicios que prestó? ¿Cuáles sus grandes hechos de armas? ¿Cuáles las grandes enseñanzas políticas que legó? ¿En qué circunstancias, por qué actos demostró su amor a estos países o su consagración a grandes ideales humanitarios? Estuvo en combates, es verdad, compañero de armas de otros que luchaban en primera línea; pero, ya sabemos, desde que él mismo lo dice, que en los campos de batalla del Río de la Plata no se preocupaba ni de la causa oriental ni de la argentina, ni de Rivera, ni de Oribe, ni de Rosas; de lo que se preocupaba era de formar hombres adictos a su persona con quienes pudiera volver a Italia. y su turbulencia han tomado carácter definitivo en los campos de batalla americanos, donde nada respetó. Es interesante observar los rumbos que en este momento toma el futuro héroe de ambos mundos. ¿Con quiénes cree la Honorable Cámara que trata de ponerse en contacto? ¿Se dirige, acaso, a Mazzini, con quien había estada antes vinculado? ¿Se dirige, acaso, a los hombres que figuraban a la cabeza del movimiento revolucionario, al cual se dice que pertenecía de corazón? No, señor presidente. El prepara su regreso a Italia poniéndose en comunicación nada menos que con Su Santidad y con el gran duque de Toscana. (Risas). expresiones: "Hace algunos días, cuando tuvimos noticia del sacrílego atentado por el cual una fracción fomentada en el país por el extranjero, que no está aún cansado de oprimir nuestra pobre patria, se propone subvertir el orden de cosas actual, nos pareció que la admiración y el entusiasmo por el Soberano Pontífice eran un tributo muy débil y que era
mayor el deber que nos incumbía... adhesión; el mismo nobilísimo Charrete la habría firmado con entusiasmo. Pero, ¡oh entereza de principios y convicciones! Al mismo tiempo que escribía esta carta a Su Santidad, hacía entender al gran duque de Toscana que esos mismos abrazos tan noblemente ofrecidos a Su Santidad estaban a disposición del duque... Zarpa... Buen viento, ¡oh héroe
futuro!... la travesía; y fue por tercera vez su destino travieso que, en vez de tocar puerto en Civita Vecchia, para trasladarse a Roma a cumplir el ofrecimiento hecho a Su Santidad, desembarcará más al Norte, cerca del cuartel de Carlos Alberto... Pues nada, es lo mismo para el caso, nuestro héroe ofrece su espada y su blusa roja y los brazos de sus compañeros al mismo rey que persiguió a los afiliados de la "Giovine Italia". Es tratado con merecida desconfianza y esquivez; pero como a los grandes hombres no les duelen prendas, se retira y ofrece todo su conocido caudal al gobierno
provisorio de Milán. nombrado jefe de un cuerpo de ejército. Combate, señor, y el cuerpo que comanda Garibaldi se distingue por los atentados sacrílegos que comete, especialmente en el Vascello. A esta época pertenecen los juicios antes citados de Raselli que atribuía a Garibaldi en gran parte la responsabilidad de los desastres sufridos; su contestación perentoria a Mazzini pidiendo la dictadura y su idea dominante de conservar cuatro o cinco mil hombres que obedecieran a su llamada. La entrada de Oudinot en Roma le obliga a salir precipitadamente, y emprende una fuga que sus partidarios han descripto como una odisea admirable, y por fin, se ve en la necesidad de abandonar nuevamente a Italia. cereales y plata, para traer en retorno opio y coolies... tristes sustitutos de los negros en las faenas agrícolas de la costa del Perú; tráfico que nunca fue considerado como honroso en aquella
república. ocupaba activamente de desprestigiar a todos los que pudieran hacerle sombra en el partido revolucionario, a Mazzini, a Roselli y a otros. Llegamos ahora al momento definitivo, el principio del fin. Entonces Garibaldi, el correligionario de Mazzini, el asalariado del Bey Hussein, el que había ofrecido su espada a Su Santidad y al gran duque de Toscana, el que había ofrecido sus servicios a Carlos Alberto, no tuvo empacho de entregarse incondicionalmente a Giorgio Pallavicino, a Daniele Manin, a La Farina, los fundadores de la "Societá Nazionale", cuyo lema era la "Dictadura de la casa de Saboya", y por fin, al habilísimo Cavour. Yo no creo, señor, que una opinión juiciosa, libre y documentada, aunque sea adversa a Garibaldi, pueda ser
considerada ofensiva por los italianos. italianas, ni nos está vedado discutir su personalidad, tanto más cuanto que el señor diputado por la capital nos ha provocado a discusión. Pero hay algo que está fuera de nuestro alcance, que nos está
vedado discutir por obvias razones de conveniencia estudiaré, por digna de estudio que sea. Mi silencio discreto dé testimonio de mi respetuosa cortesía. Cualquiera que conozca la historia contemporánea sabe que la obra de la unidad de Italia fue el resultado de la más hábil partida diplomática que se haya jugado en el mundo. temores y esperanzas. Gracias a su habilidad y sin comprometer en la partida más que Niza y Saboya, que fueron la prima pagada a Napoleón, arrojó a los austríacos de Lombardía y preparó su expulsión del Veneto, arrebató las dos Sicilias a los Borbón, desposeyó a los duques de la Italia central y a Su Santidad de los estados pontificios. Y es sorprendente que tan extraordinarios resultados se alcanzaran con pequeños ejércitos, con pocos gastos y sin más batallas considerables que Magenta y Solferino, que se cuentan como victorias francesas más que piamontesas. El estudioso no puede meditar sin cierta estupefacción y perplejidad esta obra, que es una verdadera creación; porque, en efecto, la Italia Una es un hecho
completamente moderno. Jamás conoció la Historia autónomos, aspiraban en verdad a que tamaña novedad se realizase. Así como jugó su partida Cavour, por un lado en las cortes y con los reyes y los hombres de estado, asimismo la jugó por otro con los diferentes estados que por unas razones u otras estaban descontentos de sus respectivos gobernadores. Hábil diplomático, supo triunfar sobre aquéllos, hábil conspirador, por medio de otros no menos hábiles que dirigían la "Societá Nazionale", supo levantar algunas masas ignorantes, no en fuerza suficiente para vencer, a excepción de las de Sicilia; pero, sí, con el aparato, el ruido y la ostentación necesaria para justificar la intervención de otros poderes. ¿Cuáles? trono un Murat, y el de los duques de la Italia Central, para formar un trono a un napoleónida cualquiera, consentía de buen grado en las conspiraciones que aproximaban la realización de sus fines. Pero cuando el Emperador quería meter la mano en el desenlace para acomodarlo a sus designios, aparecían vetando la intromisión napoleónica ya los austríacos, ya las prusianos o el más eficaz de todos los auxiliares de Cavour, Lord Palmerston, que como jefe de la masonería universal, tenía empeño de sectario en ver realizada la unidad como un medio de privar al Soberano Pontífice de su poder temporal. Detenido Napoleón y siendo necesario el asentimiento general de las cancillerías, ¿quién había de intervenir? El piamontés, pues; y así, presentándose en la hora del desenlace, con un pequeño ejército, fue cogiendo uno tras otro, la Sicilia y Nápoles y Toscana y Parma, y Emilia y las legaciones y todos los estados pontificios. Napoleón protestaba, pero no le quedaba más camino que la guerra; y la guerra premeditada desde entonces fue para Francia un desastre. Vencida Francia, ¡Su Santidad perdió Roma!... Cavour no vivió para ver consumada su obra. ¡Oh Cavour! ¡Tu obra y tus medios fueron de abominación; pero fuiste hábil y las páginas que has escrito en la Historia serán siempre dignas de estudio,
aunque no lo sean de imitación! austríacos y de los Borbones, y de los duques y la expoliación de Su Santidad. Ahora bien: decidme con sinceridad, ¿cuáles son las hazañas heroicas de este militar? Él fue brazo y no cabeza; pero, como brazo, ¿qué hizo digno de alabanza? ¡Marsala! ¡Sicilia! Pero si esa campaña tenía un resultado previsto, preestablecido. Garibaldi fue allí a cubrir con su irresponsabilidad la responsabilidad de los verdaderos autores.
¡Aspromonte! ¡Mentana! ¡Bah! Dejemos eso de lado. siempre las naturalezas inferiores! periódicos que más se distinguió por sus hipérboles laudatorias, decía que el héroe llevaba esculpido en la frente el genio de la revolución. La Cámara ha escuchado ya las palabras de Mazzini, que lo conocía a fondo, y han sido citadas por mi colega, el señor diputado por Buenos Aires, doctor O'Farrell. No digo, pues, una novedad cuando afirmo que si hay dos cosas sinónimas, son éstas: Garibaldi y la revolución. Eso, es, señor presidente, Garibaldi, y no otra cosa. Garibaldi no fue republicano ni demócrata, ni liberal, porque el claro concepto de esos sistemas y de los principios de que dimanan no cabía en su cabeza, porque carecía de la cultura necesaria para
comprenderlos. hechos, las dejemos triunfar en el terreno de los principios? Porque eso es lo que significa el proyecto: un triunfo del espíritu revolucionario en el terreno de los principios... libertad no existe prácticamente, no puede ser la base y el ambiente vivo efectivo del progreso y de la felicidad de los pueblos, sino cuando éstos han aherrojado
a su vez la revolución que es el más feroz tirano! (Aplausos). entonces hemos de acordarla si esta estatua es bandera de contradicción en Italia, es bandera de contradicción entre los italianos residentes en este país, y si puede llegar a ser bandera de contradicción aun entre los mismos argentinos?
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