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Historias de Entre Rios
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  Libro III
Capítulo 10
Garibaldi

 

Garibaldi fue un hombre diferente al común de la gente. Existe una vasta bibliografía en casi todos los idiomas sobre esta persona tan controvertida en la historia de la humanidad. Hasta tuvo tiempo de escribir una extensa autobiografía, por lo que podemos conocer su propio punto de vista. Una inmensa variedad de países, tan lejanos y diferentes entre sí, tienen sus estatuas y han usado su nombre en calles, plazas, parques, reservas naturales, hoteles, ciudades, villas y barrios. A lo largo de su larga vida conoció o tuvo algo que ver con los principales personajes de su tiempo en la historia occidental. El mito de Garibaldi es glorificado o vilipendiado, amado por los que benefició y repudiado por los que perjudicó. Esos juicios de valor no nos interesan aquí.

Las muchas y variadas personas e instituciones que hicieron una radiografía tan detallada de su vida, al documentar tan extensamente la historia de Garibaldi, sus cronistas contemporáneos y posteriores historiadores nos han regalado una detallada descripción del medio que lo rodeaba. Ese es el tema que nos interesa, para poder agregar una visión fresca de nuestro propio pasado. Aparte de la guerra de la independencia, desde 1810 tuvimos infinidad de guerras civiles entre nosotros y con los países vecinos. ¿Quiénes eran y cómo peleaban? ¿Cómo era la vida cotidiana de la gente en los territorios en conflicto?

Garibaldi Giuseppe Maria Garibaldi nació en Niza el 4 de Julio de 1807. Desde 1388 esta región pertenecía al territorio independiente de Saboya, que limitaba con el lago Ginebra al Norte y con la República de Génova al Sur. En año 1792, el ducado de Saboya fue ocupado por Napoleón. Por lo tanto, cuando el niño fue bautizado a los 15 días de nacer, recibió el nombre francés de Joseph Maria Garibaldi.
Su padre, Domenico Garibaldi, pertenecía a una familia genovesa que se había trasladado a Niza. Siendo todavía muy joven, había omprado su primer barco y no pudo pagar las deudas contraídas, por lo que tuvo que volver a trabajar de marinero con su padre, Angelo Garibaldi, quien mas tarde le regaló el Sante Reparata, un pequeño buque de 29 toneladas. De esta manera se mantenía solvente, pero nunca hizo una gran fortuna. Su hijo Giuseppe tampoco llegaría a ser un buen comerciante.

Su madre, Rosa Raimondi, también pertenecía a una familia genovesa trasladada a Niza. Primero tuvo una niña que murió a los dos años. En 1804 nació su primer hijo varón, al que llamaron Angelo en honor a su abuelo. Tres años después nació Giuseppe, quien tuvo otros tres hermanos menores: Michele en 1810, Felice en 1813 y Teresa en 1817. Todos los hijos de Rosa tuvieron éxito en sus diferentes vidas.

Los cuatro hermanos se lanzaron al mar con diferentes rumbos. Angelo emigró a los Estados Unidos, fue un exitoso comerciante en Nueva York y murió en 1857 a la edad de 49 años, cuando era el Cónsul de Cerdeña en Filadelfia. Michele se convirtió en un capitán experimentado, muy respetado en el Mediterráneo y murió en 1866 a la edad de 56 años. Felice, buen mozo y con mucho éxito entre las mujeres, fue el menos ambicioso de toda la familia: murió en 1855, a la edad de 42 años, cuando era un empleado de escritorio de una firma Napolitana. Giuseppe tuvo una vida azaroza como soldado y revolucionario en America del Sur y Europa, pero vivió hasta los 75 años, siendo llamado “El Héroe de los Dos Mundos”, el nuevo y el viejo.

En 1814 Napoleón fue derrocado por primera vez, los Borbones volvieron al trono de Francia y el Congreso de Viena restauró todas las antiguas fronteras, por lo que Niza quedó bajo el reino de Cerdeña y Joseph Garibaldi de siete años, bajo el reinado de Víctor Manuel I se convirtió oficialmente en Giuseppe. Su familia y amigos, siempre lo llamaron Pepino.

Pepino nació en una vieja casona frente al puerto, que 1897 sería demolida para permitir las ampliaciones del muelle. El niño creció cruzando la calle para visitar las embarcaciones que llegaban de alta mar. Estaba en permanente contacto con los marineros y pescadores, escuchando toda clase de historias que alimentaban su fantasía. También paseaba por horas en los bosques cercanos, donde aprendió a amar la naturaleza y los animales. El niño se compadecía de cualquier ser viviente que sufría: ser humano, animal o planta. Sin embargo, participaba y disfrutaba ir de cacería con los mayores. Toda su vida fue un hombre de guerra, participando voluntariamente en una batalla tras otra, muchas de ellas sangrientas y dando órdenes de disparar a sus tropas sin pensar en el perjuicio que ocasionaba al enemigo. Sin embargo sufría frente a cualquier soldado herido. Su compasión era emocional, no era lógica.

Con sólo ocho años de edad, Pepino salvó de ahogarse una lavandera que cayó accidentalmente al agua. A los once ayudó a salir del agua a otros niños que se les había dado vuelta el bote. Siendo ya maduro y un eximio nadador, en tres ocasiones salvó a hombres y niños de perecer ahogados.

Cuando Pepino tenía once años, su hermana Teresa estaba durmiendo con la niñera en su habitación. Por accidente la cama tomó fuego y ambas murieron quemadas, sin que nadie pudiera hacer nada porque la puerta estaba cerrada por dentro. Este brutal accidente afectó muchísimo al joven Garibaldi, pero mucho más a su madre que se volvió sobreprotectora con sus hijos. A Pepino le dio seguridad, amor y una adorable niñez. Quería que fuera cura, abogado o doctor pero no marinero como el resto de los miembros de la familia. No tuvo suerte.

Como no podían pagarle una educación superior en un gymnasium, le contrataron tres profesores particulares, dos curas y un abogado. Su idioma natal era una mezcla de italiano y francés provenzal. En sus clases particulares aprendió un poco de italiano correcto e inglés. Con el tiempo, terminaría hablando con mucha fluidez varios idiomas: italiano, español castellano, portugués y francés, además de inglés, alemán y algo de griego.

Pepino no quería convertirse en un intelectual. En contra de la voluntad de sus padres, comenzó a estudiar por su cuenta para conseguir un certificado de marino, aprendiendo matemáticas, astronomía, geografía y leyes de comercio internacional. Practicaba gimnasia en la cuerdas de los barcos y escalando paredes, al tiempo que se hacía un experto nadador.

Cansado y aburrido de la vida escolar, Pepino se escapó con tres compañeros de su edad y zarparon en una canoa llena de víveres rumbo al Levante. Tuvieron suerte que un guardacostas los interceptó y los devolvieron sanos y salvos a Niza. Esa escapada convenció a sus padres para no interferir más con su vocación de marinero. El 21 de enero de 1824, se embarcó en el Constanza rumbo a Odessa, cuando sólo tenía dieciséis años de edad. Garibaldi recordaría cada detalle de ese viaje por muchísimo tiempo.

Volvió diez meses después y se embarcó inmediatamente a bordo del Santa Reparata, al mando de su propio padre. Repitieron muchos otros viajes a distintos puertos del mediterráneo. Con otros barcos también hizo varios viajes a Turquía y el Mar Negro. En 1827 fue a las Islas Canarias. Ese mismo año, en un viaje al Mar Negro a bordo del Cortese bajo el mando del capitán Semeria, fueron atacados por piratas griegos. El capitán ordenó a la tripulación que no resistieran y los piratas asaltaron el barco pacíficamente, con gran disgusto del joven Garibaldi, porque le robaron sus zapatos. Tocaron tierra para reaprovisionarse, zarparon y otra vez fueron atacados por los piratas. No pudieron resistirse, porque en el asalto anterior ya les habían robado hasta las armas. Cuando vieron que no quedaba nada de interés en el barco, los dejaron seguir sin dejarlos volver al puerto para advertir de su presencia a las autoridades. Al día siguiente fueron atacados por tercera vez. Los piratas estaban tan disgustados con el barco vacío, que querían pasar a degüello a toda la tripulación. Tras muchas discusiones les perdonaron la vida, pero les quitaron todas las ropas que llevaban puesta y hasta los instrumentos de navegación. Un barco inglés los encontró navegando a la deriva, desnudos, sedientos y hambrientos. Tras recibir ayuda, pudieron llegar a Constantinopla (Estambul).

Esperaron que pasara el invierno. Finalmente zarparon para el Mar Negro y ya en el viaje de vuelta tocaron puerto en Constantinopla, donde Garibaldi cayó enfermo y no pudo seguir viaje. Lo dejaron con muy poco dinero. Cuando sanó, no pudo volver a Niza porque había estallado la guerra entre Rusia y Turquía, lo que había interrumpido los viajes comerciales con Italia. Durante este tiempo recibió ayuda de la comunidad italiana y trabajó como tutor de tres hijos de una viuda. De paso, aprendió un poco de griego. Cuando pudo entender la lengua, se sorprendió de todos los problemas que tenían los griegos para conseguir la independencia de Turquía. Finalmente pudo volver a Niza en la primavera de 1831, a bordo de un barco italiano.

Antes de partir en ese accidentado viaje, Giuseppe se había enamorado de una joven llamada Francesca, a quien le había prometido matrimonio para cuando volviera del Levante. Por supuesto, con tantos problemas habían pasado cuatro años hasta que pudo volver a Niza. Al llegar a puerto, corrió a casa de Francesca y la encontró en el patio, acunando un bebé. Tenía un anillo de casada en su mano. Disimulando su sorpresa, Garibaldi la saludó afectuosamente y se despidió deseándole buena suerte.

La suerte que no tuvo en el amor, la tuvo en su carrera de marino. Finalmente recibió el diploma de oficial y fue nombrado capitán del Nostra Signora delle Grazie, el mismo barco que lo había traído de Constantinopla. Al poco tiempo, el 24 de febrero de 1832, zarpó de Niza como oficial del Clorinda un gran barco de 223 toneladas, bajo el mando del joven capitán Clary, que se ganó la admiración y respeto de Garibaldi al rechazar a cañonazos a un ataque pirata en su primer viaje al Egeo.

Garibaldi, todavía no había participado de los movimientos e ideas tan comunes entre los jóvenes europeos de su generación. Dos formas de socialismo habían derivado de la Revolución Francesa de 1789: el socialismo revolucionario de Babeuf y Buonarroti y el socialismo pacífico de Robert Owen y Saint-Simone. Este último, un viejo aristocrático que apenas se salvó de la guillotina de Robespierre, escribió varios libros proponiendo la distribución de la riqueza y la propiedad comunitaria de los bienes. Sorprendentemente, proponía que este nuevo orden social fuera gobernado por el rey Luis XVIII.

Después de la muerte de Saint-Simone el movimiento pacifista continuó y se volvió más bizarro. Bajo el liderazgo de Enfantin, fundaron una nueva religión que provocó un shock muy grande entre la sociedad contemporánea debido a sus nuevas convenciones sociales y morales. Promovían la igualdad de la mujer y su liberación del yugo conyual. En 1830 formaban comunidades en París, usando túnicas en vez de ropas convencionales y practicaban el amor libre. Fue el primer movimiento hippy de la historia. Afirmaban que su líder Enfantin era un rey de dios y el padre de la humanidad que estaba en búsqueda de una mujer para cohabitar con ella y transformarla en la madre de la humanidad. Semejante exhibicionismo provocó un escándalo de proporciones en la sociedad parisina de aquella época y finalmente Enfatin y sus seguidores fueron condenados al destierro. Trece de estos revolucionarios fueron trasladados a Marsella y el 22 de marzo de 1833 los embarcaron rumbo a Constantinopla a bordo del Clorinda, donde el joven Giuseppe Garibaldi era oficial.

Los despidió en el puerto una enorme multitud cantando un himno llamado “La canción de la mujer”. El viaje duró 23 días. Garibaldi conocía poco y nada sobre esta nueva religión, pero de entrada sus miembros le habían caído simpáticos por ser un movimiento minoritario perseguido. Se hizo muy amigo de Emile Barrault, uno de los miembros de la secta de 34 años de edad, quien le explicó todas sus ideas revolucionarias. Le regaló al joven Garibaldi una copia del libro “El nuevo cristianismo” de Saint-Simon.

De estas enseñanzas proviene la frase de Garibandi: “el hombre que ofrece su espada y su sangre a la gente que pelea contra una tiranía, más que soldado es un héroe”. Fue consecuente con estas ideas en Brasil, Uruguay, Argentina, Francia e Italia.

La reacción de Garibaldi frente a estos revolucionarios mostró un aspecto típico en él, que lo diferenciaba de los intelectuales teóricos. Se impresionaba con la sinceridad y el idealismo de la gente, aceptando parte de sus argumentos y dejando pasar lo que no estaba de acuerdo con su opinión personal. Esa actitud lo llevó a hacer grandes amigos alrededor del mundo. Muchos años después tuvo la misma actitud cuando estuvo en contacto con Marx. Sus admiradores fascistas de la época de Mussolini tuvieron muchos problemas en explicar estas actitudes de Garibaldi.

Durante el viaje a Constantinopla, el domingo de pascua comieron cordero y Garibaldi faltó a la cena. Cuando Barrault le preguntó por su ausencia, le explicó que él había alimentado personalmente al corderito durante el viaje y por eso no lo podía comer. Quién hubiera dicho que Garibaldi iba a ser un macho entre los más famosos caudillos sudamericanos de aquella época.

El 15 de Abril los revolucionarios fueron bajados en Constantinopla, donde seguirían buscando a la prometida para Enfantin. Las autoridades turcas estaban enfurecidas. Los mahometanos no aceptaban ni a los franceses católicos, mucho menos a estos libertinos del nuevo cristianismo. Los embarcaron inmediatamente rumbo a Egipto, donde Mehemet Alí les dio acogida y los tomó a su servicio. Pocos años después, todos volvieron a Francia convencidos de que el mundo todavía no estaba preparado para sus nuevas ideas y se introdujeron al mundo capitalista. Enfantin fue director del ferrocarril París-Lyon. Los demás se convirtieron en exitosos empresarios y Barrault fue diputado liberal en el Parlamento Francés.

  L'Italia Giovane

Después de dejar a los exilados franceses en Constantinopla, el Clorinda continuó su viaje hasta el Mar Negro. Tras recalar en Odessa fueron al puerto ruso de Taganrog, donde Garibaldi visitó una taberna. Allí se encontró con una reunión política de l’Italia Giovane, donde un joven marinero estaba en pleno discurso acerca de la liberación de Italia y la doctrina de Manzini. Garibaldi se sentó en una esquina del fondo y se quedó escuchando en silencio.

El que hablaba era Giovanni Batista Cuneo, un joven dos años menor que Garibaldi, que había recibido instrucciones de Massini para hacer proselitismo entre las tripulaciones de los barcos mercantes italianos. El discurso fue seguido por una discusión general, de la cual Garibaldi no participó. Cuando todo terminó, recién se acercó a Cuneo para decirle que había quedado impresionado por sus ideas. Se encontraron varias veces más durante su estadía en el puerto y se hicieron amigos. Cuneo le dio a Garibaldi una lista de contactos en Marsella, donde Massini estaba exilado en esos días.

Garibaldi llegó a Niza a mediados de 1833, se fue a Marsella y contactó a un miembro de l’Italia Giovane llamado Covi, quien finalmete le presentó a Massini. Los dos personajes escribieron en sus memorias los detalles de este encuentro, que pasaría a formar parte de la mitología del Resorgimento italiano. En aquellos días, alrededor de 700 miembros de l’Italia Giovane se estaban preparando para comenzar una revolución en el Reino de Cerdeña. Por el Norte, cruzando el Lago de Ginebra, atacarían los exilados polacos que habían fracasado en la revolución de su país en 1831. Al mismo tiempo, los italianos atacarían desde Génova. La misión de Garibaldi era incorporarse al la Marina Real de Cerdeña para comenzar la insurrección desde dentro de la institución.

El general Ramorino estaba a cargo del ejército que atacaría desde Suiza. Había participado con honores en el ejército de Napoleón y también formó parte del alto comando de la revolución polaca. Ramoniro se llevaba mal con Massini y además, algunos revolucionarios lo acusaban a de haberse quedado con parte de los fondos recolectados para la causa en París. Sin embargo, Massini lo mantuvo al frente de las tropas del Norte. Posiblemente no tenía a nadie mejor calificado para esa posición.

La revolución fue planeada para el 31 de enero de 1834, con el ingreso de las tropas de Ramoniro, que bajarían desde el norte reclutando gente para la causa. La llegada a Génova estaba prevista para el 11 de febrero, donde los revolucionarios locales se levantarían con el apoyo de soldados desertores del Ejército Real.

Garibaldi tendría que ayudar con la sublevación de la Marina Real. Para ello se había incorporado a la armada desde el 16 de diciembre, junto con Edoardo Mutru, que también había servido en el Clorinda. Garibaldi comenzó su tarea proselitista con los integrantes de la Marina Real, entre los que estaba un joven llamado Medici, que era un perfecto oyente y además, un informador del arma que reportó las actividades de Garibaldi.

En la noche del 31 de Enero, tal cua1 estaba planeado, los polacos comenzaron a cruzar el Lago de Ginebra, pero dos barcos fueron interceptados por la policía suiza y los tripulantes terminaron en la cárcel. Al día siguiente, Massini y Ramorino se encontraron en la otra orilla con sólo 224 combatientes de los 700 esperados. Massini estaba tan nervioso que se olvidó de poner el sobretodo y terminó con gripe.

Ramorino quería abortar la revolución y Massini era partidario de seguir adelante. La discusión se tornó tan violenta, que Massini perdió la conciencia debido a la fiebre. Cuando volvió en sí, Ramorino ya estaba viajando de vuelta a Suiza con toda su gente.

La noticia sobre el intento de revolución corrió por toda Europa. Garibaldi y Mutru, que ya estaban fichados como revolucionarios, el 3 de febrero fueron transferidos al buque insignia Conte de Geneys, que era el más grande y el más vigilado de todos los barcos en la marina de Cerdeña. Allí durmieron una sola noche a bordo. Al día siguiente se hicieron los enfermos y el oficial de guardia, que no conocía los antecedentes de ambos, los dejó bajar a tierra para ver a un médico.

Fueron a la Piazza Zarzano y escucharon el rumor de un inminente ataque de los revolucionarios a los cuarteles militares. Sin embargo no veían manifestaciones, ni barricadas ni cualquier otro indicio de sublevación popular. Pasaron todo el día recorriendo la calles de Génova, pero salvo numerosas tropas reales y policías en los lugares públicos, la ciudad estaba muy tranquila. Mutru quería volver al barco, porque era evidente que ese día no iba a pasar nada. Argumentaba que haber estado ausente unas pocas horas sin permiso, era mucho mejor que convertirse en desertores. Garibaldi, en cambio era de la idea que ya estaban jugados, porque la transferencia al buque insignia fue el paso previo para la cárcel y entonces no tendrían otra oportunidad de escapar.

Se hizo de noche y entraron a un salón de baile que estaba repleto de gente. Todos se estaban divirtiendo muy tranquilamente. A medianoche se retiraron a dormir en la casa de una amiga del movimiento. A las seis de la mañana, Garibaldi lo despertó a Mutru diciéndole que allí corrían peligro, pero su compañero prefirió seguir durmiendo. Garibaldi salió a la calle y caminó en busca de alguna señal de la revolución, pero todo seguía muy tranquilo. Al volver, pudo ver a la distancia que la policía salía de la casa llevando a Mutru detenido. Con la ayuda de varias amigas revolucionarias, Garibaldi pasó un par de días más en la cuidad. Como el puerto y los caminos estaban vigilados, vestido de campesino partió a Niza caminando a campo traviesa.

Después de diez días ya había caminado trescientos kilómetros hasta la casa de su familia, que había estado muy preocupada por él. La madre no se cansaba de repetir a sus vecinas que su pobre Pepino estaba en esa situación por causa de la mala junta que lo había cambiado desde hacía seis meses, cuando había vuelto de su último viaje en el Clorinda.

Garibaldi no se sentía seguro en el Reino de Cerdeña y partió al exilio, caminando por las colinas. Un primo y un amigo lo acompañaron los primeros ocho kilómetros hasta la frontera con Francia. Allí cruzó el río a nado y siguió caminando hasta la primera estación de policía para pedir asilo político. Esta vez, estaría ausente por 14 años y ya no volvería a ver vivo a su padre.

La Francia de Luis Felipe ya no era un lugar tan seguro para los revolucionarios con nuevas ideas. Garibaldi estaba muy equivocado. Cuando pidió asilo político lo arrestaron y lo llevaron hasta la villa de Draguignan, pero se escapó tirándose por la ventana de un primer piso, que estaba a más de tres metros de alto. Después siguió caminando en dirección a Marsella. Su situación iba de mal en peor, porque ya era un desertor de Cerdeña y un fugitivo de Francia.

Cuando llegó a Marsella se puso en comunicación con sus amigos de l’Italia Giovane. Cuando habían pasado unos tres meses, se enteró por “Le Peuple Souverain” que una corte marcial de Cerdeña, en ausencia lo había condenado a muerte. En la misma noticia se destacaba que todos los oficiales encarcelados habían sido perdonados y entre ellos estaba el nombre de Mutru. El único comentario de Garibaldi, fue que era la primera vez que veía su propio nombre impreso en un periódico.

Como tenía que ganarse la vida, en el puerto compró el pasaporte de un inglés llamado Joseph Pane. Se embarcó a bordo del barco francés L’Union y partió rumbo al Levante. Como en su nueva identidad ya no era un oficial diplomado, tuvo que aceptar el cargo de marinero común. Después de pasar todo el invierno nórdico ausente, retornó a Marsella el 2 de Marzo de 1835. Su próximo viaje fue a bordo del Helene, un barco recién botado que debía ser entregado a la armada de Túnez. Retornó a Marsella a bordo de un barco de la Marina Turca. Finalmente, en septiembre de 1835 se embarcó rumbo a Sudamérica a bordo del Nautonnier.

  Brasil

Al nacimiento de Pepino en 1807, el rey de España gobernaba una colonia en América, que abarcaba desde el Cabo de Hornos hasta Oregón. Cuando Garibaldi era un joven de 28 años, esa colonia española ya se había dividido en más o menos 16 territorios independientes, no muy bien delimitados entre sí. La mayoría estaba en guerra con sus vecinos, en plena guerra civil interna o ambas al mismo tiempo.

Hasta 1835 una historia muy diferente tuvo la colonia portuguesa de Brasil, que abarcaba todo el noroeste de Sudamérica. Había mantenido la unidad de un territorio casi tan grande como el continente europeo, que incluye Rusia hasta los Urales.

Durante la invasión napoleónica a Portugal, el rey había trasladado su corte desde Lisboa hasta Río de Janeiro y permaneció allí hasta que terminó la guerra. Don Pedro, el hijo y heredero del rey de Portugal, en 1822 proclamó la independencia de la colonia americana y se nombró a sí mismo Emperador de Brasil. En 1831 los conservadores le exigieron que abdique en favor de su hijo, que fue coronado como Emperador Pedro II cuando sólo tenía cinco años de edad y nombraron Regente a Antonio de Feijó.

Cuando Garibaldi llegó en 1837 a Río de Janeiro, con 170.000 habitantes era la ciudad más grande del continente Sudamericano. La población de Brasil llegaba a cuatro millones, más de la mitad eran esclavos de raza negra.

Al poco tiempo de su arribo, Garibaldi estaba caminando cerca de los muelles y en la Plaza del Palacio cree ver a una persona conocida. Cuando le habló, se dio cuenta que estaba confundido. Era un periodista italiano llamado Luigi Rossetti, que resultó ser amigo de Mazzini. El 26 de enero de1836 Rossetti le escribió una carta a Mazzini, donde le contaba la forma en que había conocido a Garibaldi y también le decía que se habían hecho muy buenos amigos. Casi al mismo tiempo, Mazzini recibió otra carta de un revolucionario, donde le contaba que “Borel” había jurado como miembro de l’Italia Giovane de Río de Janeiro. “Borel” era el nombre de guerra que usaba Garibaldi en Europa.

El embajador de Cerdeña en Brasil, Conde Palma di Gordofranco , escribió un reporte el 1 de febrero de 1836, donde informaba que uno de sus súbditos llamado Garibaldi había escrito un artículo en contra del Rey Carlos Alberto de Cerdeña en el Paquet du Rio.

Garibaldi quería hacer algo más que escribir artículos. El 26 de enero le había escrito a Mazzini, solicitando la autorización de un barco de guerra para atacar todos los buques de Cerdeña en las costas americanas. Estimaba que serían unos 35 por año. Manzini no autorizó el pedido, porque Garibaldi podía ser acusado de piratería bajo las leyes internacionales.

Los revolucionarios de Río tuvieron que conformarse con mucho menos. Garibaldi y Rossetti tenían un barquito llamado Mazzini para llevar macaroni hasta Cabo Frío. Otros miembros de la organización revolucionaria navegaban en el Giovine Italia y el Giovini Europa. Los tres barquitos tenían la bandera tricolor de Italia. Cuando pasaban cerca de algún navío de Cerdeña, los insultaban a los gritos, llamando la atención de toda la gente que miraba asombrada desde el puerto. El embajador Borgofranco estaba indignado. Pidió autorización a Cerdeña para cañonear a los barquitos de bandera tricolor, pero por supuesto no se lo autorizaron.

Garibaldi formó otra alianza en Río de Janeiro, que duraría toda su vida: se hizo miembro de la masonería. Las logias masónicas se crearon en Inglaterra. Al comienzo de la dinastía de los Hanover, eran organizaciones de comerciantes que se ayudaban mutuamente, haciendo votos en un ritual secreto que tenía razones históricas y sicológicas para sus miembros. En 39 artículos, adoptaban una doctrina de generalidades religiosas muy amplias, de tal manera que se sintieran cómodos los anglicanos, los librepensadores y los judíos.

A mediados de los mil setecientos, se formaron logias masónicas en Italia y Francia, que usualmente comenzaron bajo los auspicios de nobles británicos radicados en esos países. Los Papados y soberanos autocráticos se sentían muy incómodos con estas asociaciones, que en forma tan poco ortodoxa incluían librepensadores, protestantes y judíos. Las logias eran muy respetadas y respetables en Gran Bretaña, pero no pasaba lo mismo en los países católicos de Europa, donde las autoridades religiosas y de gobiernos las consideraban sospechosas. Con el advenimiento de los racionalistas y humanistas como Voltaire y Rousseau, la poco comprometida “religión” masónica fue bienvenida entre los revolucionarios de la época y casi todos ellos formaban parte de alguna logia. La masonería europea, a diferencia de la británica, se convirtió en organizaciones de avanzada. En los Estados Unidos tomaron el modelo de las logias británicas conservadoras y en Sudamérica adoptaron las del estilo revolucionario europeo.

Garibaldi se aburría terriblemente con su negocio de macaroni, hasta que en marzo o abril de 1837 se puso en contacto con los rebeldes de Rio Grande do Sul.

Ya hacía dos años que la revolución y guerra civil también había estallado en Brasil. De las 18 provincias, dos se habían rebelado: Pará en el norte y Río grande do Sul en el sur. Se anticipaba que inevitablemente, Brasil se dividiría en cuatro diferentes repúblicas.

Río Grande do Sul es geográficamente diferente del resto de Brasil. Su terreno plano es una continuación de las pampas argentinas y las llanuras de la banda oriental del Uruguay. En septiembre de 1835, cuando Garibaldi estaba viajando en algún punto intermedio entre Marsella y Río, el General Bento Gonçalves da Silva Pilho comenzaba la lucha en Porto Alegre, en favor de la independencia de Rio Grande do Sul.

El General Gonçalves era descendiente de una antigua familia aristocrática portuguesa. También era un gran terrateniente de la provincia. Tuvo una distinguida carrera en el ejército, tanto de Potugal como del Emperador. Tenía un enorme prestigio en toda la zona del Sur. Era un líder respetado por todas las clases sociales, que compartían su deseo de independencia. Uno de sus colaboradores más cercanos era el Conde Italiano Tito Livio Zambeccari, que a su vez era miembro de l’Italia Giovane.

El gobierno central de Brasil no era ni autoritario ni brutal. No fusilaba a los líderes revolucionarios ni degollaba a sus soldados, lo que era una práctica común de aquella época en el Río de la Plata y su zona de influencia. Bajo una monarquía constitucional, convivían en Brasil los conservadores realistas en el gobierno con los reformistas republicanos en la oposición.

Zambeccari se convirtió en el jefe propagandístico de los Riograndenses, cuyos slogans políticos seguían la línea republicana de Russeau y la Revolución Francesa de 1789. Como miembro de l’Italia Giovane, Zamberccari también seguía la doctrina de Mazzini, que debido a su política unificadora de Italia, era antipapista y anticatólico. A este tema religioso lo mantenía en muy bajo perfil, porque Gonçalves quería un estado independiente, donde el catolicismo fuera la religión oficial del estado. Es más, promovía que los líderes Riograndenses solamente fueran católicos, si bien respetaba la libertad de cultos.

Para el gobierno central de Brasil, era muy difícil sofocar a este movimiento independentista del Sur, a tantos miles de kilómetros de Río de Janeiro. Delegaron esa tarea al General Bento Manoel Ribeiro, un líder monárquico respetado en el Sur, que también era terrateniente y había hecho una brillante carrera militar. Enviaron el refuerzo de un escuadrón naval bajo el comando del capitán inglés John Pascoe Greenfel.

El 4 de octubre de 1836, Ribeiro y Greenfel derrotaron a Gonçalves. Lo enviaron prisionero a Rio de Janeiro junto con Pedro Boticário. Zamberccari y otros líderes como Onofre Pires, Alfonso Corte Real quedaron prisioneros en Santa Cruz. Cuando Ribeiro entró triunfante en Porto Alegre, las fuerzas republicanas se refugiaron en las colinas bajo el mando del General Lima.

Rossetti consiguió un permiso para visitar a su compatriota Zamberccari en la prisón de Santa Cruz. Por primera vez le habló de Garibaldi y le dijo que estaba dispuesto a ser un corsario en favor de Santa Cruz do Sul. Como los revolucionarios no tenían ninguna defensa contra la flota imperial de Brasil, a Zamberccari le encantó la idea y se comprometió a conseguir de Gonçalves una “patente de corso” para Garibaldi.

Aparte de los barcos de las marinas de guerra oficiales pertenecientes a un país, por aquella época existían muchas clases de barcos armados. Desde el comienzo de la navegación hasta el presente, siempre existieron los “Piratas”. El vocablo proviene del griego y su significado es "el que emprende" o "el que intenta fortuna". Los piratas son ladrones del mar que actúan al margen de toda ley. Sus fines no son políticos. Al ser delincuentes comunes, buscan su propio beneficio y no sirven bajo ninguna bandera.

Bucanero (Privateer) es una derivación de la palabra nativa "bucan", que en el caribe era una especie de parrilla donde se ahumaba la carne quemando madera verde. La parte occidental de La Española (actual Haití) estaba despoblada y llena de ganado salvaje. Se comenzó a llamar “bucaneros” a los franceses que cazaban ganado para vender carne ahumada. Los bucaneros vivían en la más salvaje libertad, nadie les mandaba ni reconocían ninguna autoridad. Al ser comerciantes por cuenta propia, los bucaneros frecuentemente no tenían suficientes ganancias para subsistir. Se llamó “Filibustero” (Freebooter) al que ayudaba su negocio con actos de piratería común. Proviene del holandés "Vrij Buiter" (el que va a la captura de botín).

Los Corsarios recibían ese nombre porque tenían “patente de corso” (letter of marque). Los "actos de guerra" eran iguales a las de los piratas, pero navegaban a las órdenes de un rey o gobernante de algún país del cual portaban su bandera. Solamente atacaban a los barcos de países enemigos. Los países neutrales podían permitirles reabastecerse en sus puertos. Bajo la ley internacional, los piratas comunes podían ser ahorcados, pero los corsarios tenían que ser considerados prisioneros de guerra (al menos esa era la teoría).

Los Riograndenses continuaron con la revolución independentista durante 1837. El General Gonçalves se escapó de prisión el 8 de abril. Había firmado la “patente de corso” el 14 de noviembre de 1836, pero Garibaldi recién la recibiría el 4 de mayo de 1837. El mismo día que Gonçalves escapaba de la prisión, su subordinado el General Neto, derrotó al General Manoel Ribeiro en Río grande do Sul. Las fuerzas revolucionarias controlaban todo el territorio, menos Porto Alegre y Rio Grande, que estaban defendidas por la armada imperial de Greenfell.

En secreto, Garibaldi había estado preparando a su barquito para la guerra, el Manzini de 20 toneladas, en las propias narices de las autoridades portuarias de Río. Recaudó fondos para sus provisiones y armamentos entre la comunidad italiana. Reclutó una tripulación de 8 marineros: 6 italianos y 2 malteses. Tres días después de recibir su patente de corso, zarpó de la bahía de Rio de Janeiro rumbo al Sur, llevando al periodista Rossetti como único pasajero. Al alejarse a una distancia prudente, subieron al mástil la bandera tricolor (roja, amarilla y verde) de Río Grande so Sul. Ahora eran un buque de guerra.

Al cabo de recorrer tan sólo 30 kilómetros, ya se encontraron con el primer barco de bandera brasilera, el Luisa de 60 toneladas. Garibaldi lanzó unos cañonazos de advertencia y los brasileros se rindieron sin resistencia porque navegaban en un buque mercante desarmado. Levaban unos pocos muebles y un cargamento de café. Como los revolucionarios no tenían tripulación suficiente para los dos barcos, transfirieron toda la carga y armamento al más grande y hundieron al Manzini.

Siguieron navegando al Sur por una semana. En una playa cerca de Itapacaroí, desembarcaron la tripulación original y a los pasajeros del Luisa. Garibaldi les ofreció la libertad a los esclavos negros si se quedaban con él y reclutó cinco nuevos marineros.

Cuando las autoridades brasileñas se enteraron de la captura del Luisa, la consideraron un acto de piratería, porque no reconocían a la autoridad independiente de una de sus propias provincias. Precisamente en eso estaban, peleando una guerra civil. Por lo tanto, la “patente de corso” del prófugo General Gonçalves no tenía ningún valor para el Imperio. Brasil ya era el segundo país que condenaba a muerte a Garibaldi.

Garibaldi necesitaba provisiones y reparar el barco. A pesar que estaba frente a las costas de su propio “país”, no estaba seguro que donde desembarcara, ese lugar estaría libre de tropas imperiales. La Laguna de los Patos y sus importantes ciudades, estaban dominadas por la armada de Greenfell. Por lo tanto Garibaldi decidió ir al Uruguay, porque era parte de un país neutral. Además, según le habían dicho sus camaradas de Río, las autoridades uruguayas simpatizaban con el movimiento independentista de los Riograndenses. Se le olvidaba que, la independencia de Río Grande do Sul todavía no había sido reconocida por ningún país del mundo.

  Gualeguay

El 28 de mayo de 1837, Garibaldi fondeó el Luisa en el puerto de Maldonado (Punta del Este) que está a la entrada del Estuario del Río de la Plata. Esa era tierra de Juan Manuel de Rosas.

La revolución de la elite intelectual de la ciudad de Buenos Aires en 1810, había provocado la caída del Imperio español en todo el Cono Sur Sudamericano. Las desavenencias entre los revolucionarios del Río de la Plata fueron desde el principio, la forma de gobierno que reemplazaría a la autoridad del virrey español.

Los que querían conservar el mismo modelo de la dinastía de los Borbones, con una única autoridad asentada en la ciudad de Buenos Aires, se llamaban “unitarios”. Desde la capital porteña se querían nombrar a todos los gobernadores de las provincias, como era facultad del virrey hasta antes de la revolución. La mayor consecuencia económica de este modelo, era que los impuestos aduanales de todo el territorio quedarían en Buenos Aires.

En las ciudades del interior habían surgido líderes espontáneos llamados caudillos, que querían cierta autonomía para las provincias, como la facultad de nombrar a sus propias autoridades. Se llamaban “federales” y por supuesto, querían repartir los beneficios de la aduana según quién los produjera. Se desató una intrincada guerra civil, en medio de la cual se había ganado la guerra por la independencia de España en 1821.

Desde 1810 el desorden y las guerras civiles provocaron la gran crisis de la década del veinte. Rivadavia era el líder de los liberales “unitarios”. Buenos Aires tenía 80.000 habitantes. En el interior había un millón de personas y doce millones de vacas. Los gauchos eran gente de a caballo que hacían las tareas propias de la ganadería. La agricultura era prácticamente inexistente. Sólo existía en las “tierras de pan llevar”, o sea alrededor de las poblaciones y solamente para el consumo interno. Los productos de exportación eran los cueros y la carne vacuna salada.

Las estancias eran establecimientos de propiedad privada que abarcaban grandes extensiones de terreno. Los saladeros y las curtiembres eran la industrias de las ciudades, que se abastecían de materia prima desde las estancias.

En Buenos Aires la lucha había terminado violentamente, cuando el líder unitario Lavalle fusiló injustificadamente al líder federal Dorrego. Los unitarios cayeron en desprestigio y los federales pidieron ayuda a los gauchos de la provincia. Don Juan Manuel de Rosas había nacido en Buenos Aires pero pasó toda su vida en las pampas, como hombre de a caballo. Era un exitoso estanciero y el líder indiscutido entre los gauchos. Al final de una década desastrosa, en 1829 se hizo con el poder en Buenos Aires. Gobernaba con mano de hierro y todos los intelectuales unitarios fueron desterrados. Una gran parte de ellos estaba en la ciudad rebelde de Montevideo, al otro lado del Río de la Plata.

El gobierno de Rosas era de corte federal, pero con características muy peculiares. No era el presidente de todo el país, sino el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que fue nombrada “la hermana mayor” de todas las provincias argentinas. Por lo tanto, Rosas no pretendía nombrar a todos los gobernadores desde Buenos Aires, sin embargo, todos los demás gobernadores debían obedecerle. Por otro lado, la provincia de Buenos Aires se quedaba con los impuestos de la aduana y Rosas también asumía la Representación Exterior de todas las demás provincias argentinas.

Cada vez que un caudillo se rebelaba a su autoridad, Rosas le ordenaba a otro gobernador leal que lo eliminara. El país se llamaba Confederación Argentina y este modelo había pacificado el territorio, o por lo menos había limitado los conflictos a la pelea entre dos caudillos solamente. Al evitarse las alianzas que generalizaban las guerras civiles de todos contra todos, la economía de la Confederación había mejorado notablemente.

Lo que se llama “libertad de expresión”, eso sí, no existía de ninguna manera. Su ejército privado, llamado la mazorca por sus oponentes, aterrorizaba a la clase media de Buenos Aires y asesinaba a los críticos de Rosas durante la noche, tanto en las calles como en sus casas. Los soldados rosistas usaban una especie de gorro frigio francés de color rojo. Los domingos, recorrían las calles después de la misa, aterrorizado a las mujeres que no llevaban la obligatoria cinta roja en el pelo, que era el símbolo del federalismo. En Buenos Aires había carteles en todas partes (hasta en las iglesias) que decían “Mueran los salvajes unitarios”. A todos los adversarios políticos de Rosas, de cualquier clase que fueran, se los llamaba “unitarios”.

La imagen de Rosas en todo el mundo, al principio había sido francamente muy mala. Raramente salía de su palacio en Palermo, que estaba a las orillas del Río de la Plata y a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, tenía una hija que era encantadora. Organizaba los eventos sociales más destacados y patrocinaba todas las organizaciones de caridad. Invariablemente se ganaba la simpatía de los embajadores del cuerpo diplomático en la ciudad de Buenos Aires.

Como era habitual en aquella época, cada caudillo organizaba su aparato de propaganda y Rosas tenía el mejor. Su periódico de publicación diaria era La Gaceta Mercantil. También tenía el Archivo Americano que se publicaba trimestralmente en castellano, inglés y francés, para que circularan en Inglaterra, Francia y Estados Unidos. El British Packet de Thomas Love, seguía la misma línea de las demás publicaciones, pero con la ventaja que pretendía representar a la opinión de la comunidad inglesa en Buenos Aires.

Rosas también había formado un poderoso lobby en Londres, dirigido por Alfred Mallalieu. Sin embargo, los numerosos intelectuales unitarios en el destierro le dejaban poco terreno para mejorar su imagen. La mayoría de ellos, cuando llegó Garibaldi en 1837, estaban viviendo en Montevideo.

Los uruguayos también habían formado dos facciones políticas, los “blancos” y los “colorados”. El líder de los colorados era el General Fructuoso Ribera y era apoyado por los unitarios argentinos. El líder de los blancos era el General Manuel Oribe y era un aliado de Rosas, al estilo de todos los gobernadores argentinos. En 1837 los blancos estaban en el poder y Oribe era el presidente de Uruguay.

Los límites entre Uruguay y Rio Grande do Sul eran imprecisos, porque no tenían un río o montañas que los separen. El límite teórico era invisible para la gente de la llanura y muchas veces pasaba en el medio de sus estancias. Los habitantes del Norte del Uruguay seguían con mucho interés la lucha de independencia de los Riograndenses.

Los colorados de Ribera y los intelectuales unitarios argentinos eran partidarios de los revolucionarios independentistas de Río Grande do Sul. La posición de los blancos del presidente Oribe y los federales de Rosas, era un poco más compleja porque estaban en el poder. Ideológicamente eran contrarios a las ideas separatistas de los Riograndenses, pero estaban felices del problema que le ocasionaban al Imperio de Brasil. Por lo tanto habían adoptado una actitud de total neutralidad.

Cuando Garibaldi bajó a tierra en Maldonado, encontró que las autoridades uruguayas eran muy amistosas. Rossetti se fue por tierra a Montevideo, distante unos 120 kilómetros al Oeste. Su misión era tratar de vender el café que traían en el barco y hacer contacto con Cuneo y otros miembros de l’Italia Giovane. Garibaldi vendió parte del café a un comerciante de Maldonado. Había arribado un ballenero francés y a la noche ambas tripulaciones estuvieron de fiesta.

Cuando el embajador de Brasil en Montevideo se enteró que el Luisa estaba en Maldonado, le pidió a Oribe que lo requisara y le entregara a los piratas para enviarlos prisioneros a Brasil. El presidente estuvo de acuerdo y mandó las órdenes correspondientes a sus oficiales en Maldonado. Al conocer esta noticia, el gobierno de Brasil envió a Maldonado a su buque de guerra Imperial Pedro.

Como era habitual, la noticia de la decisión de Oribe llegó a Maldonado mucho antes que la orden de arresto oficial y el primero en enterarse fue Garibaldi. Inmediatamente fue a cobrarle el café que le había vendido al comerciante uruguayo. Como éste también se había enterado de los problemas que tenía Garibaldi, le dijo que no tenía el dinero para pagarle. No tuvo suerte. Con un revólver apuntándole a la cabeza, recorrió todas las habitaciones de la casa hasta que juntó la cantidad que le debía.

Según informó la prensa de Río, el Imperial Pedro tuvo vientos contrarios y llegó a Maldonado cuando el Luisa ya había partido. Ese “viento contrario” era el Pampero, que sopló fuerte aquel 30 de junio de 1837 y produjo una de las típicas sudestadas del Río de la Plata, que a Garibaldi le impidió salir a mar abierto. No tuvo más remedio que navegar hacia la boca del Río Paraná. Cuando aminoró el viento y como ya había comenzado el invierno, el Río de la Plata estaba cubierto de niebla y el Luisa no pudo ser divisado por los brasileros.

Gualeguay

Como Garibaldi había cobrado el café vendido en Maldonado a último momento, no tuvo tiempo de cargar provisiones. Cuando avistó un ranchito en la costa, bajaron para comprar lo que pudieron. Después se encontraron con otro barco y estaban negociando en medio del río cuando los identificó el buque de guerra uruguayo María. En el intercambio de balazos, uno de los tripulantes murió y Garibaldi tomó su posición. En ese momento recibió un tiro debajo de la oreja y la bala se le alojó en el cuello.

El Luisa se batió en retirada y el buque uruguayo, con varios heridos a bordo, decidió volver a Montevideo. En el camino encontró al Lobo que también estaba buscando a Garibaldi y más adelante al Imperial Pedro. A ambos les indicó la dirección en que huía el Luisa.

Cuando Garibaldi volvió en sí, los tripulantes estaban esperando instrucciones. En medio de un inmenso dolor, les indicó que vayan a Santa Fe, porque fue el primer nombre que vio en el mapa. El marinero Carniglia, a pesar de no tener suficiente experiencia, se hizo cargo de dirigir el barco. Estaban en un lugar desconocido, sin provisiones y dos barcos de guerra los perseguían de cerca. A Garibaldi le llevaron café, que era lo único que tenían en abundancia.

Llegaron hasta la isla Martín García, donde se cruzaron con otro barco al que le compraron vino. Después se internaron en el río Paraná. Ni los brasileros ni los uruguayos se atrevieron a seguirlos en pleno territorio argentino sin el permiso de Rosas.

Después de navegar varios días llegaron a la confluencia del Paraná con el río Gualeguay. Allí se encontraron con un barco de Buenos Aires al que le quisieron comprar provisiones. El capitán les dijo que no tenía, pero que si navegaban al Norte por ese pequeño río, encontrarían a la ciudad de Gualeguay, que el era el lugar más cercano donde podían comprar provisiones. A esa altura, a Carniglia le daba lo mismo Santa Fe que Gualeguay. Al fin y al cabo eran ciudades del mismo país.

Llegaron a Gualeguay el 27 de junio de 1837, doce días después que Garibaldi recibiera el balazo en el cuello. Era un pueblito de 2.000 habitantes. Estaba gobernado por el Mayor Leonardo Millán, un tape bastante ordinario, como la mayoría de los milicos de entonces. El pueblito estaba dentro de la Provincia de Entre Ríos, llamada así porque formaba parte de una mesopotamia dentro del continente, a la que solamente se podía llegar navegando en aquella época. Esa provincia tenía un inmenso territorio, casi del tamaño de Portugal, cubierto de pastos verdes y espinosos montes bajos, donde había más vacas que gente. No se podía andar más de una legua sin tener que cruzar algún arroyo. En toda la provincia había 7 pueblitos. El más grande era Paraná con 5.000 habitantes. El resto de la población vivía en estancias, pero la mayor parte del centro de la provincia estaba deshabitado y servía de refugio a toda clase de fugitivos y desertores. El gobernador de Entre Ríos era el Coronel Pascual Echagüe, buen amigo y leal servidor de Rosas.

Por casualidad, cuando el Luisa llegó a Gualeguay, el gobernador Echagüe estaba de visita en la ciudad. La bala en el cuello de Garibaldi fue el problema más urgente que tuvieron que solucionar. El gobernador envió a su propio médico personal para que atendiera al herido. El joven médico Ramón del Arco, primero lo alojó en la casa de un comerciante catalán, Don Jacinto Abreu. Allí le extrajo la bala en una operación (lógicamente sin anestesia) que duró media hora. Sus enfermeros fueron Carniglia y la señora de Abreu. Después de unos pocos meses, Garibaldi estaba completamente recuperado. Ramón del Arco, unos años más tarde se convertiría en un eminente cirujano de Buenos Aires.

Garibaldi le pidió asilo político a Echagüe. Por tratarse de un asunto de política exterior, el gobernador le pasó el pedido a Rosas. La solicitud estaba fechada el mismo día que llegó a Gualeguay. La tuvo que dictar cuando todavía tenía la bala en el cuello. Eso no le impidió expresar ampliamente sus sentimientos sobre la libertad e independencia de Río Grande do Sul de la tiranía del Imperio. Recapitulaba además una detallada descripción de todos los acontecimientos desde que había partido de Río de Janeiro.

La decisión de Rosas fue devolver el barco y su carga a los brasileros y liberar a toda la tripulación, menos a Garibaldi que quedaría retenido en Gualeguay bajo palabra que no se escaparía. La tripulación partió a Montevideo en el primer barco que tuvo ese destino, menos Carniglia que se quedó para cuidar a Garibaldi hasta que su herida estuviera completamente sana. Todos los italianos volvieron a Río Grande do Sul y se reincorporaron a las tropas repubicanas. Nunca más se supo de los dos malteses y los cinco negros.

Una tripulación brasilera llegó a Gualeguay para llevarse al Luisa intacto y con toda su carga. Sin embargo, el precio del café nunca estuvo tan barato en esa parte de Entre Ríos como en el año 1837. El ancla del barco y el telescopio de Garibaldi, actualmente están en el museo de Gualeguay.

Durante su permanencia de seis meses en Gualeguay, Garibaldi se alojó en la casa de los Abreu. Su encantadora personalidad, le abrió las puertas de casi todas las familias del pueblo. Además, durante este tiempo aprendió dos cosas que serían muy importantes para el resto de su vida: comenzó a hablar fluidamente el castellano y aprendió a andar a caballo como un experto jinete.

Con avidez leía los diarios de Francia con cuatro meses de atraso y escribió numerosas cartas. Hubiera sido feliz en Gualeguay si hubiera tenido un temperamento más tranquilo. Los eventos que siguieron fueron causa de trágicos malentendidos por mucho tiempo. Todos los oficiales de los distintos ejércitos europeos, consideraban que quebrar la palabra empeñada era causa de deshonor y una acción imperdonable. Tanto Rossetti como Cuneo se habían ofrecido para ayudarlo a escapar de Gualeguay. Garibaldi se había negado, por razones de honor.

Los amigos de Gualeguay le explicaron a Garibaldi que en estas tierras existían otros códigos. Las autoridades le habían dado la libertad bajo palabra porque querían que se escapara. Si no se fugaba sería un tonto por no aprovechar la oportunidad que se le presentaba y además, le estaba creando un problema a las autoridades argentinas por no hacer lo que se esperaba de él.

Aunque Garibaldi lo negaría siempre, los locales afirmaban que Abreu le proveyó un caballo y una pistola. Bernardo Gallo y Gregorio Correa le planificaron la fuga. Le pagaron a Juan Pérez, un baqueano conocedor de la zona, para que lo guíe en su viaje hacia el Oeste hasta encontrar el río Paraná, donde podía embarcarse rumbo al extranjero.

Garibaldi y Juan Pérez partieron cuando ya había oscurecido y viajaron toda la noche, gran parte al galope, bajo la lluvia y fuertes vientos. Estaban a fines de 1837 y era pleno verano. Tenían planificado llegar hasta la estancia de un inglés. Cuando amaneció, el baqueano le dice a Garibaldi que ya llegaron y que espere escondido entre los árboles mientras él iría a verificar que no había peligro en la estancia. Exhausto por haber cabalgado toda la noche, Garibaldi se tiró a dormir en el suelo. No había pasado mucho tiempo, cuando se despertó rodeado por una partida de soldados.

Los soldados ataron las manos de Garibaldi, lo subieron al caballo y le ataron los pies por debajo del caballo. Al poco tiempo, ya habían llegado a Gualeguay, porque Juan Pérez lo había hecho cabalgar en círculos durante toda la noche. Cuando entraron a la comandancia, Millán lo cruzó de un fustazo en la cara, como se estilaba entonces. Lo comienza a interrogar sobre quiénes lo habían ayudado y proveído para la fuga. Garibaldi no decía nada y Millán le seguía pegando con una fusta en la cara, hasta que le quedó roja como un tomate. Finalmente Millan se canso del silencio de su prisionero y ordenó que lo torturen hasta que confiese.

Lo llevaron a un edificio separado de la comandancia. Allí le ataron las manos por las muñecas con dos sogas que pasaron por encima de una viga del techo. Entró Millán y se le paró enfrente haciendo la misma pregunta y Garibaldi lo escupió. Entonces Millán enfurecido, ordenó que lo cuelguen y lo dejaran en esa posición. El dolor de estar colgado por las muñecas era intenso y permaneció así por dos horas, hasta que se desvaneció. Cuando despertó estaba en el suelo, encadenado a otro prisionero.

Toda la gente de Gualeguay estaba consternada porque en su corta estancia, Garibaldi había hecho muchos amigos, que ahora eran todos sospechosos para Millán y estaban aterrados. La señora Rosa Sanabria de Alemán, fue la única que se atrevió a visitarlo en al cárcel y le llevó todo el confort que le fue permitido.

Al cabo de unos pocos días, Garibaldi fue trasladado a una cárcel provincial en Paraná. Allí se curó de los efectos de las torturas de Millán, aunque le quedarían algunas secuelas para el resto de su vida. Después de dos meses, fue puesto en libertad sin restricciones, para que vaya donde quiera. Se embarcó en el primer barco que salió rumbo a Montevideo.

  Rio Grande do Sul

Un poco antes de cumplir 30 años, Garibaldi llegó a Montevideo y se alojó en la casa de Angelo Pesante, con quien 13 años antes había navegado en su primer viaje de Niza a Odessa. Tuvo que permanecer oculto, porque las autoridades uruguayas todavía no habían olvidado que se resistió al arresto, dejando heridos a varios oficiales navales del María, uno de ellos de gravedad. Lo fueron a visitar Cuneo (que conoció en Rusia) y el periodista Rossetti que había llegado con Garibaldi en el Luisa.

Un mes después de haber llegado, Garibaldi partió hacia Río Grande do Sul con Rossetti. Recorrieron 500 kilómetros a caballo hasta la frontera. Desde allí siguieron a la villa de Piratiní, donde los revolucionarios habían establecido su capital. Estaba ubicada en los terrenos altos al Oeste de Pelotas. Fueron recibidos por el Ministro de Finanzas Almeida. El Presidente Gonçalves estaba ausente, en campaña militar contra las fuerzas imperialistas.

Los europeos no tomaban en serio a las guerras sudamericanas. No las consideraban verdaderas campañas militares, sino gestas más bien románticas. Había pocos heridos y pocos muertos, porque eran pocos los que peleaban. Los ejércitos eran pequeños, porque la población era escasa. Los visitantes extranjeros se asombraban porque la mayoría de la gente que vivía en los territorios en conflicto continuaba con su vida normal.

El enorme territorio de Río Grande do Sul tenía solamente 160.000 habitantes y el ejército de los rebeldes era de 6.000 efectivos. En ningún momento el ejército imperial pudo mandar al Sur los 10.000 efectivos necesarios para sofocar la rebelión. El mayor problema militar era buscar al enemigo en esas vastas extensiones de terreno. Frecuentemente los adversarios no se encontraban durante varios meses.

Con un ejército más numeroso, Gonçalves había puesto en fuga a las tropas realistas que se retiraron desde Pelotas con rumbo a Río Grande. Después de la batalla, el presidente se encontró con Garibaldi, que había llegado desde Piratiní. Le dio una cálida bienvenida y lo invitó a compartir su cena, que era muy simple porque el ejército revolucionario tenía una sola cocina para soldados y oficiales. Era la primera vez que se encontraban personalmente. A Garibaldi le pareció un general medio tibio.

Al día siguiente salieron en persecución de las tropas imperiales. Finalmente los Riograndenses tuvieron una gran victoria en el Río Pardo y los imperiales perdieron un millar de soldados. Gonçalves quedó en control de toda la provincia, menos las poblaciones de Porto Alegre, Río Grande y São José do Norte. Las tres localidades estaban a orillas de la Lagoa dos Patos y eran fuertemente defendidas por la armada imperial. La única entrada desde el océano a la laguna, estaba entre Río Grande y São José do Norte y desde allí las tropas imperiales dominaban el estrecho.

Rio Grande do Sul

La situación era un verdadero empate. Los republicanos dominaban el territorio, pero no tenían salida al mar, porque las naves imperiales dominaban y abastecían a sus tres poblaciones costeras. La armada de Brasil tenía 67 barcos, 2.830 marineros, 350 cañones y era la más grande del territorio Sudamericano. Los Riograndenses no tenían ningún barco.

John Grigg era un joven ciudadano norteamericano que pertenecía a una familia muy rica de Estados Unidos. Había llegado con afán de aventuras y se unió al movimiento republicano porque simpatizaba con esa causa. Como era de esperar, cuando Garibaldi lo conoció se hicieron grandes amigos.

Gonçalves consiguió dos barquitos, uno para Garibaldi y otro para Grigg. El de Grigg era de 25 toneladas y lo llamó Republicano. El de Garibaldi era un poco más grande y con gran sentido del humor lo llamó Farroupilha (ladrón de mar, en portugués) porque así lo llamaban sus enemigos. Después lo convencieron que le cambiara ese nombre y entonces lo llamó Río Pardo en honor a la última victoria del ejército republicano. Grigg quedó bajo las órdenes de Garibaldi, que recibió el título de Comandante de las Fuerzas Navales de la República.

La tripulación de la Armada Republicana eran 60 hombres en total. Siete de ellos eran antiguos camaradas de Garibaldi como Mutru, Carniglia y los que lo acompañaron en el Manzini hasta Gualeguay. La mayoría eran negros esclavos a los que se le había prometido la libertad al enrolarse. El resto de los hombres habían sido piratas o contrabandistas, que estaban felices de servir en una armada oficial.

Los barcos de Garibaldi estaban en la Lagoa dos Patos, que tiene unos 300 kilómetros desde el fondo hasta la desmbocadura, con un promedio de 50 kilómetros de ancho. El ancho del estrecho de salida es de unos 800 metros y estaba fuertemente custodiado por las fuerzas imperiales.

Al principio los brasileros se reían de la “armada” de Garibaldi, pero a mediados de 1838 comenzaron a asaltar una gran cantidad de barcos mercantes con bandera de Brasil, que eran llevados a la playa frente a Camaqua, donde los descargaban y le entregaban la carga a las fuerzas republicanas. El 4 de setiembre de 1838, Grigg y Garibaldi atacaron a un enorme barco mercante, el Mineira, pero la tripulación brasilera lo hundió antes de entregarlo. Los Riograndenses no pudieron salvar el barco, pero recuperaron casi toda la carga y la entregaron a los republicanos en las playas de Camaqua. La “armada” de Garibaldi ya no les daba risa a las autoridades imperiales. Empezaba a ser un gran dolor de cabeza y las naves de guerra tuvieron que comenzar a escoltar todos los barcos mercantes.

En el verano a fines de 1838 no había enfrentamientos armados. Garibaldi no podía atacar a los poderosos barcos de guerra de Brasil y las tropas imperiales no eran suficientes para atacar a Gonçalves tierra adentro. Entonces los revolucionarios comenzaron a desarrollar toda clase de actividades pacíficas, como organizar las instituciones del gobierno, cobrar los impuestos y organizar las elecciones para formar un parlamento. Se dictaron las primeras leyes y se organizaba la vida en común. Florecían las actividades sociales y Garibaldi se sentía feliz en ese ambiente, según cuenta en sus memorias.

Gonçalves tenía dos hermanas, Doña Ana y Doña Antonia. Esta última tenía una estancia en Camaqua, que lindaba con la Lagoa dos Patos. A unos 15 kilómetros de la casa principal, había un gran galpón cerca de la costa que se usaba para almacenar la yerba mate cosechada en la estancia. Ese galpón se había convertido en el centro de operaciones de Garibaldi. Allí construían y reparaban los barcos.

El 17 de Abril de 1839 había amanecido con una típica niebla otoñal que cubría la costa y los campos cercanos. Toda la gente estaba trabajando en los alrededores y Garibaldi estaba tomando mate con una docena de personas frente al galpón. Hacía casi un año que no veían tropas realistas en tierra, por eso todos habían dejado sus armas en el galpón y la vigilancia se había relajado.

De pronto aparecieron al galope 150 jinetes realistas al mando de Moringe. Quizás comenzaron a disparar muy pronto, porque Garibaldi y sus acompañantes alcanzaron a refugiarse adentro del galpón. El resto corrió y se dispersó en distintas direcciones, perdiéndose en la neblina. Tomaron un solo prisionero desarmado y lo degollaron inmediatamente. Los jinetes comenzaron a recibir balazos desde el galpón y concentraron el ataque en los refugiados. Ya estaban hasta en el techo para prenderle fuego, cuando por suerte un negro llamado Procopio, de un balazo le rompió el brazo a Moringue y al sentirse herido ordenó la retirada. Los realistas dejaron seis muertos en el terreno. Garibaldi sólo tuvo la pérdida del hombre degollado y algunos heridos.

El gobierno republicano estaba planificando una ambiciosa ofensiva. Río Grande do Sul limita al norte con Santa Catarina, un enorme territorio del tamaño de Escocia que tenía 66.000 habitantes. La capital era Desterro (Forianápolis). Había allí un movimiento radical que simpatizaba con la república, pero en general, la población era leal al Imperio.

Gonçalves había hecho contacto con los revolucionarios locales para promover la creación de la República de Santa Catarina. La estrategia se basaba en tomar posesión de Laguna y le pidieron a Garibaldi que de alguna manera coordine con el ejército un ataque por mar. Los barcos de Garibaldi estaban en Lagoa dos Patos y la única salida por el estrecho estaba fuertemente custodiada por las tropas imperiales. Entonces decidió sacarlos por tierra.

La parte más angosta para sacar los barcos al Atlántico era una lengua de tierra de 15 kilómetros de ancho, pero el terreno arenoso en forma de médanos era muy blando para transportar una carga tan pesada. Finalmente decidió sacarlos por el norte, entre la bahía de Capibarí y Tramandai, donde el terreno era duro pero la distancia al océano aumentaba a 80 kilómetros.

Le habían dicho a Garibaldi que en la zona había un ingeniero muy inteligente llamado Abreu. Lo mandó a llamar y le planteó el problema. El hombre se puso a trabajar y los aparatos que diseñó están actualmente en el museo de Porto Alegre. Son dos armazones de madera muy dura, cada una con cuatro ruedas de carro de tres metros de alto. Estas estructuras se metían en el agua debajo de los barcos, que una vez asegurados se tiraban rodando a tierra firme. Del otro lado se repetía la operación a la inversa. Se usaron 200 bueyes para trasladar al Río Pardo y al Seival. Después de tres días de viaje, los reflotaron en el Atlántico el 14 de julio de 1839.

Extravagancias como ésta, ya lo estaban haciendo famoso a Garibaldi. Su amigo Rossetti se encargaba de enviar estas noticias que fascinaban a los lectores de todo el mundo. Ese hombre que luchaba por sus ideales en tierras tan remotas, provocaba el mismo efecto que el Sandokan de Emilio Salgari, pero con la ventaja que Garibaldi era un hombre de carne y hueso. La hermosa pintura de Lucilo de Albuquerque, mostraba a esforzados hombres empujando para ayudar a los bueyes, mientras Garibaldi los alentaba desde el caballo, agitando su sombrero en el aire. La verdad era que tantos bueyes nunca necesitaron ayuda.

Los dos barcos, tan pronto estuvieron de nuevo en el agua, hincharon sus velas y partieron hacia el Norte. Garibaldi llevaba 30 hombres en el Río Pardo, la mayoría de ellos eran soldados que nunca habían navegado en el océano y muy pronto estaban todos descompuestos. Al día siguiente los alcanzó un huracán y el barquito se hundió. Se ahogaron todos los mejores amigos de Garibaldi, entre los que estaban Carniglia, que lo acompañó en Gualeguay y Mutru, su camarada en la frustrada revolución de Génova. De los siete italianos sólo se salvó Garibaldi. Hasta se ahogó el negro Procopio, que con su tiro de suerte había salvado la vida de todos en el galpón de Camaqua. Sólo se salvaron 14 personas, incluyendo los inexpertos soldados que llegaron a la orilla agarrados a un tablón.

El Seival sobrevivió a la tormenta sin perder hombres ni carga. John Gregg tuvo más suerte o era mejor marino. Capturó el Itaparica y se lo entregó a Garibaldi. Una semana después de la tormenta llegaron a Laguna. Atacaron a la ciudad simultáneamente con las fuerzas de tierra. En el parte de guerra los republicanos informaron que habían capturado 77 prisioneros, 4 barcos de guerra y 14 mercantes, 463 carabinas y 36.620 rondas de munición. Obviamente, los imperiales no esperaban ningún ataque en Santa Catarina y mucho menos por mar.

Los Riograndenses siguieron su lucha y conquistaron otras localidades, pero fracasaron al atacar la capital Desterro, por la enérgica defensa que dispuso el gobernador.

  Laguna

Laguna cambiaría la vida de Garibaldi. Con que sólo hubieran sido ciertas la mitad de las historias de amor que se le atribuyeron, serían suficientes para romper el récord de todos los donjuanes de todas las épocas. Sin embargo hasta los 32 años, nunca había tenido una compañera.

Podemos imaginar el estado de ánimo de Garibaldi, a pocos días de haber perdido de golpe a sus seis mejores amigos. Las batallas habían terminado y mientras estaban llegando al puerto de Laguna él estaba en la cubierta del Itaparica, solo con sus pensamientos. Según él mismo cuenta en sus memorias, en ese momento decidió buscar a una mujer para mitigar su soledad.

Levantó el telescopio y se puso a mirar a las casitas de la Barra, que es una colina detrás de la ciudad. De pronto vio a una mujer que le llamó la atención. Cuando barco llegó al muelle, inmediatamente bajó a buscarla pero ya no la encontró. Laguna era un pueblito de 4.000 habitantes y tarde o temprano la vería de nuevo. El encuentro ocurrió cuando lo invitaron a una casa a tomar café y allí estaba ella. Muchísimo tiempo después, Garibaldi escribió en sus memorias:

Nos quedamos estáticos y silenciosos los dos, mirándonos como dos personas que no se ven por primera vez. Finalmente la saludé y le dije: ‘Usted debe ser mía".

Esta no fue la versión que conoció el mundo. Dwight, que era amigo de Garibaldi, en 1859 publicó en Nueva York que después de verla por el telescopio, sabía cuál era su casa, pero no se atrevía a hablarle porque no conocía a nadie que se la presentara. Ese cuento estaba mucho más acorde con las buenas costumbres de la época, pero no encajaba con la verdadera personalidad de Garibaldi.

El problema era que esa mujer que se llamada Anita ya estaba casada y no se podía alienar a los admiradores de Garibaldi. La biografía que publicó Dumas en francés, explicaba en una forma extremadamente romántica de aquel encuentro:

Mi corazón estaba palpitando agitadamente, pero no aplacaba mi resolución. Un hombre me pidió que pasara; yo hubiera entrado aunque me lo hubieran prohibido. Había visto antes a este hombre. Vi a la niña y le dije: “Virgen, tú serás mía”. A través de estas palabras formé un lazo que sólo la muerte podría romper. Había encontrado un tesoro prohibido ¡pero qué tesoro no tiene su precio! Si un error se cometía, el error era mío y de nadie más. Era mi error si por juntar dos corazones se desgarraba el alma de una persona inocente.

De un plumazo Dumas arreglaba todo. Garibaldi era el culpable de romper un matrimonio con grandes remordimientos, pero no lo podía evitar debido a sus incontrolables sentimientos que lo comprometían para toda la vida. El marido era una persona inocente con el alma desgarrada y se refería a Anita con los términos de “niña” y “virgen”.

Ana Maria de Jesus Ribeiro Antunes era hija de Bento Ribeiro da Silva y Maria Antonia de Jesus Antunes. El 20 de octubre de 1839 conoció a Garibaldi, ella tenía 19 años y hacía cuatro que estaba casada con el zapatero Manuel Rugops Primus Duarte. ¿Era éste hombre borrachín y violento? ¿Estaba ausente reclutado por el ejército imperial? ¿Ella se casó obligada por su madre? ¿Fue Anita la que decidió fugarse? ¿Fue Garibaldi quien la raptó? Lo cierto es que se fueron a vivir su luna de miel en el Itaparica y desde entonces no se separaron. La jovencita ni soñaba que, entre muchas otras, comenzaba a ganarse la estatua del Piazzale Anita Garibaldi en pleno centro de Roma, que la mostraría a caballo, sosteniendo en la mano izquierda las riendas con el bebé y a un fusil en la derecha.

A Garibaldi le ordenaron que ataque los buques mercantes imperiales en las costas de Santa Catarina. La flota enemiga estaba cuidando la salida de la bahía, pero los republicanos salieron de noche sin ser vistos. Eran tres barcos, Garibaldi en el Itaparica al que había rebautizado Río Pardo, el pequeño Seival que habían transportado los bueyes y el Caçapava de Grigg. Anita estaba abandonado Laguna para siempre y éste sería su bautismo de fuego.

Gregg se perdió en la noche y se separó de los otros dos barcos. Garibaldi capturó tres embarcaciones, incluyendo un enorme buque mercante cargado de arroz. Cuando estaban volviendo se encontraron con una enorme flota imperial. Garibaldi consiguió escapar, pero perdió todos los barcos que había capturado. Navegó hasta Imbituba, a unos treinta kilómetros al norte de Laguna. Desembarcó en único cañón que tenía, lo armó en tierra y posicionó a sus barcos para el combate.

La flota imperial llegó al día siguiente. Era una fuerza muy superior, pero Garibaldi consiguió defenderse por cinco horas, aunque tuvo muchas bajas. Anita estaba disparando desde la cubierta, cuando recibieron un impacto de cañón y a su lado fueron destrozados dos marineros pero ella salió ilesa. Garibaldi le ordenó que se fuera bajo cubierta. Ella le obedeció, pero para aparecer con otros dos marineros que se habían ocultado por miedo. Vaya uno a saber cómo los habrá convencido. De pronto, la flota imperial se retiró para gran sorpresa de Garibaldi. Después se enteraron que el comandante brasilero había muerto de un disparo. Pudieron zarpar hasta Laguna, donde se encontraron con Grigg.

Los revolucionarios del Sur disfrutaban de su mejor momento y el gobierno de Río estaba consternado. El General Andrea pudo reprimir la revolución de Pará en el Norte y ahora estaba disponible con todas sus tropas para reforzar el ataque a Santa Catarina. El Imperio comenzó la batalla en dos frentes: el militar y el político.

Los imperiales ya contaban con la simpatía de la mayor parte de Santa Catarina. El terreno de Río Grande do Sul es una continuación de la pampa argentina y la planicie uruguaya. Su mayor producción era el ganado, pero Brasil importaba grandes cantidades de carne salada desde el Río de la Plata para alimentar a sus esclavos, que era la mitad de la población del Imperio. Las autoridades de Río de Janeiro decretaron un impuesto del 25 % a la importación de carne salada. Si bien la gente de Río Grande do Sul también quería un poco de autonomía, esta inteligente maniobra del Imperio debilitó a muchas voluntades revolucionarias.

Los separatistas republicanos, por el contrario, cuando comenzaron a encontrar población hostil a las ideas revolucionarias en Santa Catarina, los empezaron a considerar “enemigos” y a tratarlos como tal. Garibaldi estaba a punto de experimentar una gran enseñanza, que le sería de gran utilidad en el futuro.

Degollar a los prisioneros y fusilar a los oficiales era una práctica bastante común en el Río de la Plata. En Brasil ocurría sólo ocasionalmente. Después de una batalla, las tropas de Garibaldi pusieron a veinte prisioneros en fila para degollarlos. Cuando ya habían matado a cuatro, llegó él y con gran enojo paró las ejecuciones (esta historia fue ampliamente difundida por el prisionero número cinco). Durante todo el tiempo que Garibaldi estuvo en Sudamérica, la prensa de sus enemigos lo acusaba de toda clase de crímenes y salvajadas, pero nunca mencionaron que hubiera matado a civiles ni prisioneros desarmados.

Garibaldi tuvo dos grandes defectos en Sudamérica. El primero era que sus soldados locales carecían de disciplina. Los marineros se le ocultaban en la bodega de los barcos durante los combates. Frecuentemente los tenía que hacer obedecer pegándoles por la espalda con la parte plana de su largo sable. Esa práctica le encantó a los milicos (nombre que se les daba a los soldados o policías reclutados entre las clases bajas y sin instrucción militar, ni de ninguna otra clase). Se llamaba sobar el lomo a planazos. Hasta fines del siglo XX los policías la seguían utilizando con presos, borrachos y otros delincuentes a los que no querían matar.

Aunque los europeos no lo crean, el segundo defecto del joven Garibaldi en Sudamérica, era que a sus tropas les permitía el saqueo de la población civil. Fue mucho más tarde cuando supo que la guerra se ganaba en el aspecto militar y con la simpatía de la población local. Cuando aprendió la lección, en Europa llegó a pegarle un tiro en la cabeza a uno de sus hombres por haber robado una manzana.

Garibaldi nunca tomó conciencia que estaba peleando en guerras civiles sudamericanas. Desde que había llegado, consideraba que se había enrolado en las fuerzas de “La República de Río Grande do Sul”, un país al que nadie había reconocido como independiente en todo el planeta. Por eso Garibaldi nunca atacó a las naves brasileras antes de tener la “patente de corso” del “presidente” Gonçalves. De la misma manera formal, consideraba como “propia” a la población de Río Grande do Sul que simpatizaba con las ideas republicanas. Peleaba en su nombre y jamás hubiera dejado que la tropa destruyera sus propiedades. En cambio, consideraba como “enemiga” a la población de Santa Catarina que simpatizara con el Imperio y por lo tanto les permitía el saqueo a sus hombres. Es más, sus propios jefes se lo ordenaban y él obedecía sin resistencia. Veamos un ejemplo de lo dicho.

El poblado de pescadores de Imaurí estaba al Norte de la bahía, a 15 kilómetros de Laguna. Se habían levantado en contra de las autoridades republicanas y le ordenaron a Garibaldi que pusiera fin la rebelión saqueando a la población. La gente de Imaurí había dispuesto sus defensas sobre la costa esperando el ataque por mar. Garibaldi desembarcó sus hombres a una distancia prudente e inesperadamente los atacó por tierra. Fue una victoria fácil y Garibaldi ordenó el saqueo.

Lo primero que hicieron los soldados fue asaltar a la pulpería y ponerse a tomar vino en grandes cantidades. En un santiamén estaban borrachos, destrozaron el pueblito y la gente aterrada corría en todas direcciones. Primero Garibaldi les ordenó que pongan fin al saqueo. Después les mintió a los gritos que las tropas enemigas estaban atacando. Los únicos sobrios eran Garibaldi y sus oficiales, que finalmente tuvieron que sobarles el lomo a planazos. Así “por las buenas” entendieron y se retiraron caminando a los tumbos hasta donde habían dejado los barcos.

El 15 de noviembre de 1839, apareció frente a Laguna una flota de 22 barcos de guerra brasileros, llenos de soldados bien armados. Los republicanos ordenaron la retirada de Laguna.

 

Continúa...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Durante toda la Edad media, Italia estuvo dividida por los conflictos militares y políticos entre güelfos (partidarios de la autoridad papal) y gibelinos (que apoyaban al emperador). El desarrollo económico de las ciudades del norte dio lugar a un florecimiento cultural que culminó en el Renacimiento. España, Francia y Austria dominaron temporalmente algunas regiones italianas; Napoleón, incluso, se hizo coronar rey de Italia en 1810. El sentimiento nacionalista se extendió entre los italianos. Garibaldi, Manzini y Cavour lideraron los movimientos independentistas y en 1861, tras muchos enfrentamientos con Austria y el papado, todas las regiones excepto Venecia y Roma, formaron el Reino de Italia. Diez años más tarde, como consecuencia de la guerra Franco-Prusiana y la Guerra Austro-Prusiana, Roma y Venecia se integraron en el reino. [Volver al Texto]

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