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Historias de Entre Rios
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  Libro II
Capítulo 1
Falsa llegada a la India

 

Desde que Colón anunció su falsa llegada a la India en 1492, los nuevos dominios castellanos hacia el Oeste del Océano Atlántico se limitaban a una serie de islas que ya figuraban en los mapas medievales con el nombre de Antillas. Castilla nunca se retractó oficialmente que no habían llegado a la India. Por siglos se siguió llamando Indias a los nuevos territorios conquistados y para siempre se llamó indios a los habitantes originales de esas tierras.

Los archivos secretos portugueses de Sagres nunca fueron desclasificados para los historiadores, quienes tienen que adivinar lo que se sabía en función de las acciones de los gobernantes.

Como ya se ha analizado en el Libro I, Colón no descubrió América el 12 de Octubre de 1492 ni Cabral descubrió Brasil el 21 de abril del año 1500. Por error en un caso y por secreto en el otro, ambos fueron simples anuncios mediáticos de los gobiernos de Castilla y Portugal. No fueron hechos históricos reales que en dichas fechas los europeos llegaron por primera vez a esos lugares.

A la vuelta de su primer viaje, Colón llegó a Lisboa el 4 de marzo de 1493 y le informó el resultado de su expedición al rey portugués João II, muchos días antes que a los Reyes Católicos.

Para evitar la guerra entre los reinos cristianos de España, el Papa dictó la Bula Intercaetera el 3 de Mayo de 1493 repartiendo el mundo entre Portugal y Castilla. Cuando los portugueses se enteraron que les correspondía hasta 100 leguas al Este de las Islas Azores, pusieron el grito en el cielo. No se sabe cómo, ellos ya sabían que les estaban dando solamente agua. Oficialmente todavía les faltaban siete años para descubrir las costas de Brasil.

Los portugueses estaban dispuestos a ir a la guerra si no cambiaban esa distancia a 370 leguas. Finalmente Castilla aceptó este nuevo límite y firmó el tratado de de Tordesillas con Portugal el 7 de Junio de 1494.

Aparentemente los portugueses no sabían que se trataba de un continente. En el año 1500 todavía estaban hablando de “la Isla de Brasil”. Los castellanos estaban aún más atrasados en sus conocimientos geográficos. Recién en el año 1499 Américo Vespucio empezó a explorar científicamente a las costas occidentales bajo bandera castellana. Como resultado de estos viajes, pocos años después ya quedaba claro que se encontraron con un enorme continente, muy alejado de China y de la India. Un año después de la muerte de Colón, un cartógrafo alemán llamado Martin Waldseemüller, en 1507 lo llamó "América" y Castilla permaneció en silencio oficial. Siguió usando eufemismos como Indias, Castilla del Oro, Nueva España, etc.

Para la época del Tratado de Tordesillas, Castilla y Portugal ya tenían la posesión de islas oceánicas, que se repartieron de acuerdo al tratado de Alcáçovas en 1481. A los castellanos les correspondían las Islas Canarias y las de Santa Cruz. Los portugueses tenían las islas Azores y las de Cabo Verde. A Portugal también le correspondía todo el litoral Africano hacia el Sur, dominio fundamental para explotar con exclusividad la importación de especias por la ruta del Este.

Portugal tenía una verdadera política de estado con respecto a sus viajes, exploraciones y conquistas oceánicas, que fueron la fuente de una enorme riqueza para el reino. Castilla, por el contrario, hacía camino al andar. Todos los monarcas, Austrias Mayores y Austrias Menores sin excepción, por más de doscientos años consideraban a las conquistas transoceánicas como algo secundario en sus dominios.

Todas las conquistas en América fueron emprendimientos privados de empresarios portugueses, castellanos e inversores extranjeros. Los monarcas solamente autorizaban las expediciones, imponiendo las condiciones de esos negocios. La corona recibía un porcentaje sin hacer ninguna inversión, pero les daba un marco legal.

Los conquistadores y exploradores eran recompensados con tierras y títulos nobiliarios o de gobierno en los nuevos territorios, pero tenían que financiarse todos los gastos de la aventura. Estas conquistas, después quedaban dentro de la jurisdicción del gobierno real, con pleno derecho de los monarcas para cobrar impuestos.

Los monarcas también organizaban algunos viajes oficiales pagados por la corona. Por razones de seguridad, la flota mínima consistía en tres barcos con poco más de un centenar de tripulantes. Cada carabela requería 30 marineros y el resto eran los especialistas necesarios para cumplir con la misión del viaje. Generalmente estos pasajeros eran geógrafos, cartógrafos y astrónomos. También podían llevar algunos jóvenes en plan de entrenamiento. Ejemplos muy conocidos de estos viajes fueron el primero de Colón y el de Solís al Río de la Plata.

Los viajes de emprendimientos comerciales privados eran flotas de 15 a 20 barcos, con hasta 1500 personas y grandes cargas de provisiones y alimentos. En plan de conquista llevaban soldados y caballos. Si se trataba de emprendimientos de colonización de nuevos territorios, también cargaban animales domésticos y herramientas. Ejemplos muy conocidos fueron el segundo viaje de Colón a las Antillas, el de Cabral a Brasil y el de Magallanes que completó Elcano alrededor del mundo.

La reina Isabel la Católica organizaba flotas grandes, solamente para lo que ella consideraba muy importante. El 20 de agosto de 1496 partió de Laredo con rumbo a Flandes, una flota de 120 navíos y se embarcaron en ella 15.000 personas
(1). Estaba a bordo la infanta Juana de 16 años, quien iba a casarse con un heredero flamenco. La custodiaban 18 naves bien armadas con 3.500 marineros. Se hicieron grandes fiestas de despedida en el puerto de Laredo. Concurrieron su madre, la reina Isabel, y cuatro hermanos. El rey estuvo ausente por cuestiones de estado. La reina pasó la última noche embarcada con su hija “para darle el cariño y la confianza imprescindibles ante semejante aventura” (2). Las provisiones a bordo consistían en bizcochos de Sevilla y Jerez; las legumbres, el pescado, la carne, la sal, el aceite y el vinagre de Galicia; la harina de Laredo. Embarcaron 20.000 cántaras de a ocho azumbres, 2.500 de cecina de vaca, 200 carneros vivos, 20 vacas, 10.000 huevos, 150.000 sardinas arenques y 300 arrobas de pescado (3). Seguramente fue suficiente alimento como para navegar lo que hoy sería una distancia equivalente entre España y Holanda.

En Castilla y Aragón se estaba viviendo una época de incertidumbre. Las estructuras sociales, políticas y económicas no estaban muy claras. La monarquía todavía se estaba reponiendo del desastroso reinado de Enrique IV, de su corte de jóvenes homosexuales y de las eternas peleas del partido monárquico con los infantes de Aragón.

Isabel no reinaba en Aragón ni Fernando lo hacía en Castilla. Es más, los súbditos castellanos querían a su reina pero desconfiaban de su marido. Fernando era mujeriego y estaba siempre ausente en sus dominios. Isabel sufría de unos celos enfermizos. Juan, el príncipe heredero, murió en 1947. La infanta Isabel, siguiente en la sucesión, murió de parto en el año 1500. Desde entonces quedó como heredera de Castilla la infanta Juana que vivió muchísimos años, pero hasta su madre reconoció en el testamento que estaba demasiado loca como para gobernar.

La nobleza castellana había sido eliminada junto con Pedro I cuando su hermanastro Enrique le hizo un golpe de estado del que salió victorioso. El nuevo monarca pagó los favores recibidos con títulos de nobleza y otras mercedes, tan famosas que se llamaron enriqueñas. Los nuevos nobles de Castilla eran muy duchos en las luchas palaciegas y de las otras para escalar posiciones. El mejor ejemplo fue la larga lista de favorecidos con la Orden de Santiago, que administraba los fondos de la guerra contra los moros, la cual no se peleaba nunca, hasta que la reina Isabel los desalojó fácilmente de Andalucía.

Los grupos locales de poder todavía gozaban de una considerable autonomía. Los “señores de vasallos”, generalmente poderosos productores o exportadores de lana, a veces eran nobles y otras simplemente ricos, pero habían tejido una intrincada red de poder que abarcaba toda la corte y sus influencias frecuentemente acorralaban hasta la misma monarquía. Usando el vocabulario periodítico actual, la nobleza castellana era una mafia.

La reina Isabel no tuvo una vida fácil. Gobernaba un pueblo dividido, donde la gente de todas las regiones se llevaba mal entre sí desde siempre. Los líderes de la comunidad eran egoístas, ambiciosos y muy bien organizados en defensa de sus propios intereses. Imperaba el dominio del dinero por encima de todos los valores. La iglesia estaba invadida por la corrupción feudal imperante.

Hubo un antes y un después en toda Castilla. Isabel se impuso a todos como una verdadera Trastámara. Supo dominar los simbolismos del pueblo, la imagen popular, la opinión pública y la propaganda boca a boca, las mismas armas que hicieron triunfar a su antepasado Enrique I.

La imagen de la familia real estaba muy deteriorada. Alvaro de Luna había gobernado Castilla porque era el amante masculino del padre de Isabel y su hermano había sido un monarca homosexual e impotente casado con una esposa infiel que tuvo dos hijos extramatrimoniales. La familia real estaba lejos de ser un ejemplo para una comunidad fervientemente católica.

Isabel no podía ocultar todo estos hechos de público conocimiento sobre la vida de sus familiares más cercanos . Eran mucho más que simples chimentos cortesanos. Para que Isabel fuera coronada Reina de Castilla hubo que declarar oficial y públicamente que la hija de su hermano Enrique IV era ilegítima . Isabel era reina gracias a los pecados de su familia y a pesar de ellos. En un tiempo record fue capaz de revertir la situación y pasó a la historia como "La Reina Católica", un verdadero ejemplo a seguir para todos sus súbditos.

La soberana de castilla se sacó muy rápido el lazo de encima. Desde su reinado y hasta el día de hoy impera en todas las sociedades iberoamericanas, el concepto de que las peores cosas pueden pasar hasta en las mejores familias. La familia de Isabel pudo ser "la mejor" de Castilla, aunque para conseguirlo tuvo que perdonar los más horrilbles pecados de cualquier otra familia castellana. Pero ya se encargaría de solucionar eso también.

Se difundió entre el pueblo la imagen de una Isabel profundamente católica. No costó mucho trabajo, porque realmente lo era. Se mostraron las sábanas ensangrentadas de la noche nupcial para demostrar que había llegado al matrimonio casta y pura. Durante las frecuentes ausencias de su marido, dormía con varias damas de compañía de su confianza para que no se vayan a filtrar rumores sobre su fidelidad. Cada aspecto de su vida, incluyendo su vestuario, eran coherentes con su religiosidad. Hasta donde pudo, limpió la corrupción medieval de la iglesia castellana, probablemente por propia convicción, pero también era políticamente acertado.

Lo único que mantenía unido al rebelde pueblo español era la religión católica. En todos los rincones del reino vivía gente fervientemente religiosa. Hasta los más malvados eran temerosos de Dios. El problema era que Dios castigaba los pecados en la otra vida, no en ésta.

Isabel impuso un Estado Religioso Católico, donde la Ley de Dios era también la ley de los hombres. Fundieron en un solo concepto a Dios, a la Iglesia y al Rey como si fueran otra santísima trinidad. Desde allí había un paso para igualar el temor a Dios al temor al Rey. El confesor de la reina se encargó de crear una nueva herramienta política, para que la Iglesia y Rey ayuden a Dios, castigando a los pecados en esta vida.

En los estados españoles no existía la pena de muerte ni para los delincuentes, mucho menos para los disidentes políticos. Cuando el padre de Isabel mandó a degollar a Álvaro de Luna, fue una ejecución muy impopular y la opinión pública transformó al reo de villano a mártir.

La Inquisición había sido creada por la Iglesia hacía ya quinientos años, para mantener unificado el dogma cristiano católico. La palabra hereje deriva del griego y quiere decir “el que se toma la libertad de elegir”. Originalmente, se utilizaba para nombrar a los que optaban por una doctrina cristiana diferente a los principios establecidos en el Credo de Nicea. Con el tiempo se extendió a todos los enemigos de la Iglesia Católica.

Es notable que la sociedad castellana, tan indulgente con los condenados a muerte, aceptara con total normalidad que miles de herejes fueran torturados y hasta quemados vivos. La Reina quería curar todos los males espirituales de la nación. La Inquisición Española tuvo el poder de juzgar la vida diaria de la población por más de doscientos años. Esto incluía hasta la intimidad de los pensamientos de cada persona de cualquier clase social, política o económica.

El poder del dinero de los judíos fue cancelado al ser declarados todos herejes a la ley de Dios. Los expulsaron del reino y los deudores estaban felices, incluyendo al tesorero de la corona. Muchos judíos se convirtieron al catolicismo, pero ni así se salvaban de la Inqusisión, que se cansó de torturar y matar conversos por tener malos pensamientos judíos, o por practicar su culto a escondidas. Era fácil comprobarlo, porque bajo tortura declaraban cualquier cosa. La Inquisisión Española santificó a la tortura como una herramienta de Dios para vencer a las malas inclinaciones del alma de los seres humanos.

Nadie ponía en duda a las condenas de la Inquisición, por más espantosas que fueran. La gente se decía “algo habrán hecho” y seguían con sus vidas cotidianas. La población terminó identificando a las ideas de la Inquisición con la doctrina católica.

Finalmente todos los castellanos y futuros súbditos españoles, hasta los más rudos y sanguinarios, en cuatro continentes se arrodillaron ante Dios y el Rey de España por más de tres siglos.

Isabel salvó y consolidó a la monarquía de todos sus descendientes por muchas generaciones, pero murió demasiado pronto el 26 de noviembre de 1504. El amor y respeto que había conseguido de los castellanos no lo pudo conseguir Fernando, por ser un extranjero de Aragón y por serle infiel a la reina. La heredera al trono estaba loca y su marido se murió inmediatamente después de haberle ganado la Regencia de Castilla a su suegro. Finalmente los castellanos no tuvieron más remedio que aceptar a Fernando de Aragón como Regente de Castilla, aunque le impusieron algunas condiciones.

El Cardenal Cisneros, último confesor de la reina Isabel, fue el hombre fuerte indiscutido de Castilla desde 1505 hasta la muerte de Fernando en 1516.

  Colonización Colombina de las Antillas

Cuando Colón regresó de su primer viaje, los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón lo invitaron a sentarse a sus pies y le confirmaron sus títulos de Almirante de la Mar Océana y Virrey-Gobernador de las tierras descubiertas. Ya había comenzado la colonización al dejar cuarenta hombres en el Fuerte Navidad de la isla La Española. La suerte de Colón había cambiado de la noche a la mañana. Tanto trabajo que le costó vender la idea del primer viaje y tantos inversores que estuvieron dispuestos a financiar el segundo.

Colón partió nuevamente en 1493 con 17 barcos, llenos de gente, caballos, vacas, ovejas y los materiales necesarios para establecer una colonia permanente. Tenía la responsabilidad de formar y organizar una nueva sociedad, sin haber recibido códigos ni instrucciones sobre cómo debía hacerlo. Estaba convencido que había llegado muy cerca del Estrecho de Melaka y a toda costa quería seguir viaje hasta la India. Mientras tanto, tenía que perder el tiempo en las Antillas, para hacerse cargo de la gestión de gobierno que se esperaba de un Virrey.

Antillas Al llegar a La Española, Colón encontró el Fuerte Navidad destruido y abandonado. Sólo se conoció la versión de los indios, quienes contaron que algunos hombres se habían matado entre ellos por disputas sobre oro y mujeres. Otros habían abandonado el fuerte. Finalmente, cuando algunos se internaron en la isla para raptar mujeres, las tribus del interior destruyeron el fuerte y mataron a los restantes. No era un buen comienzo.

Cada colono había llegado a las Antillas con una idea distinta sobre cómo organizar la sociedad. Por el método de prueba y error fueron aprendiendo todo lo que se podía conseguir y hasta dónde no se podía pretender. Cada uno llegó a sus propias conclusiones y el modelo resultante de colonización surgió de una combinación cruzada de intereses individuales.

Como no hubo un plan premeditado con objetivos claros, el modelo socioeconómico iba cambiando en el tiempo, de acuerdo a las situaciones coyunturales de cada momento. Además el resultado final fue diferente en cada una de las islas y hasta en las regiones separadas de las islas mayores.

El plan original de Colón era basar el modelo de la sociedad antillana en torno al negocio de la feitoría, tal y como las usaba Portugal desde hacía 50 años en el Continente Africano.

Una feitoría era una empresa mercantil con la finalidad de adquirir mercaderías locales para exportarlas a Europa. Requerían un mínimo de infraestructura. Bastaba con un puerto y un par de pequeños edificios para administración y depósito. Los productos no eran producidos por los colonos, sino que se recolectaban de la población local a través del intercambio. El único requisito para que la empresa resultara rentable, era comerciar con mercaderías de alto valor y escaso volumen. El mayor costo era el transporte, debido a las grandes distancias entre el puerto colonial y la matriz metropolitana.

Como creían que ya estaban muy cerca de Asia, al principio empezaron a buscar canela, clavo y pimienta. Cuando comprobaron que en aquellas islas no había especias, entonces decidieron comerciar con oro. Esperaban que los indios llegaran con grandes cargamentos de oro para cambiarlos por baratijas.

Durante los primeros meses, el oro enviado a Castilla no superó los 32.000 ducados, una cantidad muy inferior a la estimada por los inversores de la expedición. Los empleados de las Antillas comenzaron a sublevarse porque ellos habían hecho semejante viaje hasta allí esperando hacerse ricos en poco tiempo.

La nobleza de Castilla necesitaba mano de obra barata para los trabajos rurales de la Península. La despoblación debido a la peste negra primero y los crecientes salarios urbanos después, hacían peligrar las relaciones de vasallaje con los campesinos. La solución era importar mano de obra esclava a Castilla. Al principio la inversión era muy fuerte, pero al largo plazo resultaba muy buen negocio. Además, tener esclavos elevaba el status social.

Las leyes heredadas del imperio romano, especificaban que los infieles podían ser tomados como esclavos, siempre y cuando fueran apresados en “guerra justa”. Colón no vio ningún impedimento para el negocio, comenzó a cazar indios y a remitirlos después como esclavos.

Cuando la reina Isabel se enteró ardió Troya. En principio le disgustó que desde las Antillas estuvieran enviando a sus pobres indios como esclavos. Además se estaba poniendo en grave riesgo jurídico el beneficio de las Bulas Papales, que le otorgaban a Castilla el derecho sobre esas tierras con el expreso deber de evangelizarlas, no para exportar a sus habitantes como esclavos. Por último, los teólogos consultados por la reina destacaron que los indios no eran “infieles” con una religión diferente, sino “paganos”
(4) sin ninguna religión.

A Colón no le faltaban ideas. Ya que las bulas alejandrinas no le permitían esclavizar a los indios, mucho menos si eran “paganos”, entonces los convirtió en súbditos de la corona de Castilla y como tales tendrían que pagar impuestos. Decretó que cada indio mayor de edad debería pagar una cierta suma en algodón y oro. Además tenían que trabajar gratis para plantar y recolectar alimentos, con el fin de reducir los gastos de envíos de la metrópolis. Pensaba recolectar 60.000 pesos por año, sin contar el ahorro en los alimentos producidos localmente.

El primer problema fue que durante el primer año recolectó 200 pesos en vez de los 60,000 programados. El segundo, que los juristas de la metrópolis le informaron que los indios eran vasallos del reino de Castilla y por lo tanto tributarios de la Corona, no de Colón.

En Castilla ya se empezaba a hablar que a Colón había que cortarle las alas. En las capitulaciones de Santa Fe, el 14 de abril de 1492 y en los privilegios concedidos el 30 de abril de 1492, se le había nombrado Almirante de la Mar Océana y Virrey-Gobernador de las tierras descubiertas. Todos estos cargos eran vitalicios y hereditarios. Se le había concedido el 10 % de todas las riquezas producidas en el Almirantazgo, entre otras facultades. La administración de la Corona comenzó una ofensiva legal para restringirle de a poco todos sus los títulos. Comenzaron a decir que esas concesiones eran válidas para las tierras que Colón personalmente había descubierto y se autorizaba a todos para que capitularan directamente con la Corona sobre los demás territorios. El propio Colón y después sus herederos reclamaron por años el no cumplimiento de los acuerdos. Estos pleitos colombinos duraron muchos años y se terminaron resolviendo a favor de la Corona.

En 1499 el portugués Vasco Da Gama había regresó de la India rodeando África con un valiosísimo cargamento de especias. Fue la gota que rebalsó el vaso, porque la administración de Colón seguía perdiendo dinero. La reina nombró Comisionado Real de las colonias Antillanas a Francisco de Bobadilla. El nuevo administrador llegó en octubre del 1500 a Santo Domingo, arrestó a Colón y lo mandó encadenado de vuelta a España. En 1501 Fray Nicolás de Ovando fue nombrado gobernador de la colonia para reemplazar a Colón. Llegó a Santo Domingo en 1502 con una enorme flota de 32 buques y 2.500 hombres.

Fray Ovando emprendió la lucha contra todos los indios rebeldes y dominó toda la Isla Española (hoy República Dominicana). Fundó las poblaciones de Puerto Plata, Salvaleón, Santa Cruz, Puerto Real, Lares de Guaba y Santa María de la Vera Pazincrementó. Introdujo los cultivos españoles y los ganados porcino, bovino, caballar y mular. Organizó la minería y creó las fundiciones de oro pertenecientes a la corona. Ordenó expediciones exploratorias a la isla de Cuba. En 1508 le autorizó la conquista de la isla San Juan a Ponce de León.

Antillas Castellanas

Alonso de Ojeda fue nombrado gobernador de Coquibacoa (hoy península de la Guajira), donde fundó un fuerte llamado Santa Cruz en 1502. La colonia resultó un fracaso por que el territorio era desértico y finalmente despoblaron el lugar.

Vicente Yáñez Pinzón recibió la gobernación de un extenso territorio costero de Sudamérica que iba desde la punta de Santa María de la Consolación hasta parte del actual territorio de Brasil.

Fray Nicolás de Ovando inició una administración que sería el embrión del futuro régimen colonial español. El 20 de diciembre de 1503 impuso por cédula el sistema de explotación indígena, mediante el famoso repartimiento. El reparto lo hacía el Alcalde Mayor que tenía jurisdicción en la ciudad. Cada español recibía un determinado cupo de indios y se “repartió” entre los colonizadores a toda la poblacón existente para ser utilizada en labores agrícolas o mineras.

Este sistema produjo una acelerada mortandad de indios y provocó que el sistema de repartimiento fuera reemplazado por la encomienda, una vieja institución feudal mediante la cual se entregaba la servidumbre a los señores a cambio de la protección a los sirvientes. La idea era que explotaran el trabajo de los nativos, pero sin matarlos.

La administración le encomendaba una comunidad indígena a un español, que debía españolizarlos y evangelizarlos en la fe católica. Como retribución por estos “servicios”, los encomendados (los siervos) le entregaban al encomendero (el amo) un capital anual en oro o bienes equivalentes y prestaciones (trabajo). El encomendero nunca era propietario de la tierra, que seguía siendo de la Corona. Se entregaba temporalmente en usufructo de la comunidad española.

La encomienda no disminuyó para nada a la mortandad de los indios. Muchos años después, en 1542, el entonces rey Carlos V de España prohibiría la encomienda. Sus súbditos americanos se sublevarían (rebelión de Gonzalo Pizarro) y el monarca tendría que reinstalarla.

  La Casa de Contratación de Sevilla

Paralelamente a la actividad de Fray Ovando en las Antillas, la reina Isabel comenzaba a establecer las instituciones coloniales en la Península.

Casa de Contratación de Sevilla En 1503 se creó la Casa de la Contratación. Era un organismo estatal para establecer "trato y contrato" con todos los inversores y comerciantes. Tenía la función de monopolizar para la Corona todo el comercio con las Antillas, Canarias y Berbería. Se estableció en Sevilla porque estaba a cubierto de los ataques marítimos y se podía controlar cómodamente a las flotas en el río Guadalquivir.

La Casa de Contratación recogía todo lo que iba o venía de Indias. Se comercializaba el oro, plata, algodón, azúcar, cacao, colorantes, etc. que transformaba en dinero al contado para la Real Hacienda. Se compraban alimentos, semillas, ganado, elementos de labranza, herramientas para la minería, azogue, aceite, vino, telas, hilados y hasta artículos de lujo.

También se ocupaba de los viajeros que iban o venían de Indias. Todos quedaban registrados y tenían que conseguir un permiso especial para viajar.

La ida y venida de flotas se llamaba Carrera de Indias. La Casa de Contratación debía buscar los barcos, los pilotos y las tripulaciones. Se creó la posición de Piloto Mayor, que era el encargado examinar a los nuevos pilotos para dar fe de su profesionalismo e idoneidad para dirigir un barco de la Carrera.

Por supuesto que la piratería, el contrabando y la corrupción harían fracasar el intento de monopolizar para la Corona el comercio de todas sus colonias oceánicas. Con el tiempo, la Casa de Contratación se convertiría en una gran institución burocrática para fiscalizar las cuestiones científicas y jurídicas de las colonias.

  Los Colonos Españoles

Desde el comienzo y por muchos siglos, quedó claro que los españoles emigraban a las nuevas colonias para hacerse ricos en el menor tiempo posible, pero no tenían ninguna intención de trabajar personalmente. Para eso estaban los indios.

En el primer siglo, los emigrantes españoles procedían de Andalucía (37%), Castilla (27%) y Extremadura (15%). Del reino de Aragón emigró menos del 1%. Por lo tanto, cada vez que se dice “emigración española” hay que entender “emigración castellana”.

Inglaterra y Francia aprovecharon la colonización para sacarse de encima a las minorías religiosas, como los católicos, calvinistas y hugonotes. La mayor parte de la emigración eran familias completas.

La política Castellana de la Casa de Contratación hacía todo lo contrario. Sólo podían emigrar a Indias católicos o descendientes de conversos que acreditaran doscientos años de fidelidad católica entre sus antepasados.

Al principio, el 90% de los emigrantes eran hombres solos. Más adelante, cuando se estaba consolidando la colonización, emigraban tres hombres por cada mujer. Felipe II prohibió en 1575 la emigración de mujeres solteras por razones de moralidad sexual.

Como consecuenia de esta emigración mayoritaria de hombres solteros, en 1650 ya existían unos 400,000 mestizos en las colonias españolas.

Los colonos eran de los sectores más bajos de la sociedad de Castilla, tanto urbano como rural, la baja nobleza sin oficio ni beneficio y clérigos sin rango. Entre los funcionarios, más adelante llegarían virreyes nobles y algunos profesionales.

La violación de las normas legales y la corrupción administrativa eran moneda corriente. Por eso también emigraron miles de judíos, gitanos y extranjeros de toda Europa. Estos inmigrantes "ilegales" fueron expulsados varias veces y finalmente se les permitió quedarse mediante pagos de derechos a la Corona, más un "agradecimiento" a los funcionarios que los aprobaban.

En el año 1500 Castilla tenía cuatro millones de habitantes. En los dos siglos siguientes emigraría casi medio millón. En ese mismo plazo la población nativa de las colonias españolas descendió de 65 millones a 5 millones, en cifras aproximadas
(5). Treinta millones eran los habitantes del Imperio Inca y veinte millones del Imperio Azteca. Los otros diez millones estaban repartidos entre la población cazadora y semisedimentaria del resto de los territorios españoles.

¿Cómo fue posible que medio millón de colonos matara sesenta millones de indios? Estas cifras superan ampliamente la matanza de judíos por los nazis y de los japoneses muertos por las bombas atómicas de Estados Unidos. Es normal que mucha gente hable de un Holocausto Americano. La defensa de los hispanistas es que a la mayoría de los indios los mataron sin querer. Los conquistadores mataron solamente a un millón de indios. El resto se moría por exceso de trabajo y por las nuevas enfermedades importadas por los europeos.

  Colonización de Brasil

Cuando los portugueses llegaron para poblar la costa marítima tuvieron mucha suerte, porque la población nativa pertenecía a los Tupí Guaraníes, que eran los menos belicosos de toda la costa Atlántica. Recién en 1570 la corona portuguesa publicó una ley prohibiendo la esclavitud de la población original. Durante los primeros setenta años de colonización, oficialmente fueron la mano de obra esclava de quienes se consideraban los nuevos propietarios de esas tierras.

Los habitantes nativos practicaban la agricultura quemando un claro en la selva. Cuando la tierra se agotaba, quemaban otra porción y así iban moviendo sus cultivos. Los nuevos dueños de la región adoptaron el mismo sistema y se habituaron a los mismos frutos de la tierra: poroto, maíz, zapallo y sobre todo la harina de mandioca.

Para la población nativa, la llegada de los portugueses resultó una verdadera catástrofe. Hace cinco siglos eran muchos millones de personas y hoy sólo sobreviven unos 350.000 en completo estado de pobreza. Fueron sometidos a una violencia cultural, epidemias y muertes prematuras por exceso de trabajo. A medida que exterminaban la población de la costa, los colonizadores organizaban partidas de caza de esclavos cada vez más adentro del territorio. Estas incursiones duraron muchos siglos, a pesar de la prohibición de 1570.

Cuando Cabral estaba en plena preparación de su flota, en Julio de 1499 llegó a Portugal Vasco da Gama con sus barcos repletos de especias y mercaderías orientales. Era el primer viaje que hacían rodeando el continente Africano. El Papa les había concedido la exclusividad de esa ruta al Oriente y Portugal se convertiría en el reino más próspero de Europa.

Dentro de ese marco del año 1500 y posteriores, “las islas Brasil” eran una pobre conquista para los portugueses. La alta nobleza y la gente importante del reino no participó de la colonización. El nombre de “Brasil” comenzó a circular en 1503, porque la principal riqueza de los primeros tiempos era la explotación del palo brasil, que es un árbol del cual se extraía una tintura roja que se utilizaba en Europa para teñir los paños de las hilanderías.

Los árboles de palo brasil no crecían juntos. Cuando se empezaban a agotar los árboles dispersos en la costa, tuvieron que introducirse cada vez más adentro del territorio para encontrarlo. Hasta 1535 constituyó el negocio más importante en la nueva colonia. Los esclavos nativos estaban bien acostumbrados al trabajo colectivo y eran muy eficaces en el derribamiento de árboles.

En 1530 y por tres años, Martín Alfonso de Souza hizo una expedición que fue el comienzo de un nuevo período colonial. Brasil fue dividido en quince partes separadas desde la costa por líneas paralelas al ecuador. Se llamaron Capitanías y tenían por fondo a la Línea de Tordesillas, que estaba a 370 leguas hacia el Oeste contando desde las Islas Azores. Como en aquella época y por muchos años no se podían medir las distancias Este-Oeste, el límite real de esos territorios tierra adentro quedaba a gusto y placer, hasta donde los podían usar.

Los quince “donatarios” recibieron el derecho de explotación de esas tierras, pero no su propiedad. No las podían vender ni dividir. No eran heredables y el rey se las podía quitar cuando quisiera. Pero tenían el poder absoluto para gobernar cada uno de esos territorios, aplicar justicia, organizar la defensa y fundar poblaciones.

Se instalaron ingenios azucareros y grandes plantaciones de caña que pagaban sus impuestos al “donatario”, quien a su vez pagaba su parte al rey. Lo mismo ocurría con la explotación del palo brasil, la exportación de sal, explotación de minas y comercialización de piedras preciosas. Así de simple era la administración portuguesa en Brasil.

Dentro de estas quince Capitanías, el “donatario” también podía conceder sesmerios, que eran enormes extensiones de tierra que fueron el origen legal de los numerosos latifundios brasileros.

Exceptuando las Capitanías de Pernambuco y San Vicente, todas las demás fracasaron por inexperiencia, falta de recursos, falta de colonos o falta de defensa para los ataques de las poblaciones nativas. Para 1754 las Capitanías pasaron del dominio privado a la administración estatal de la corona.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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(1) 

 L. de Padilla. Crónica de Felipe I, llamado el Hermoso, 1496. Colección de documentos inéditos para la Historia de España, 8, pág 35. [Volver al Texto]

(2) 

Alfredo Alvear Ezquerra. Isabel la Católica. Ediciones Temas de Hoy, Madrid, España, 2002, pág 149. [Volver al Texto]

(3) 

Armada y provisiones para llevar a Flandes a Doña Juana, 1496. Colección de documentos inéditos para la Historia de España, 8, pág 548 [Volver al Texto]

(4) 

Este argumento era fácilmente rebatible, porque desde hacía más de 50 años las Bulas Papales para Castellanos y Portugueses hablaban de evangelizar "a los infieles que se encontrara", sin distinguir, sin excluír y sin mencionar la diferencia entre "infieles" y "paganos". [Volver al Texto]

(5) 

El sistema fiscal español no registraba las mujeres y a los niños indígenas, porque no pagaban tributo. Los cálculos sobre la población local en 1492 son muy dispares. Los indigenistas de la escuela de Berkeley la estimaban de 90 a 112 millones. Los fervientes defensores de España como Rosemblat, dicen que al momento del descubrimiento de América sólo había una población de 11 a 13 millones. [Volver al Texto]