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Isabel de Casilla y Fernando
de Aragón, a su manera unificaron definitivamente lo que desde el extranjero
ya se empezaba a llamar España, la pacificaron, recuperaron Granada de los
moros, crearon la Inquisición Española, expulsaron los judíos, patrocinaron el
viaje de Colón y le cedieron una parte de los territorios descubiertos a los
portugueses. Ellos no fueron la primera pareja real que formaba una alianza
para unificar Las Españas. Fueron los primeros que lo consiguieron,
pero con el sacrificio de una fuerte exclusión y distanciamiento de Portugal
que con el tiempo serían definitivos.
Acabada la guerra y firmada la paz con los portugueses, Isabel, Fernando y su primer hijo (Juan, nacido
en 1478) se trasladaron a Aragón y de allí, a Cataluña y Valencia. En todos
los reinos se les agasajó y rindió homenaje por las respectivas Cortes.
Al fin, se lograba la unidad dinástica entre Castilla, León, Aragón, Cataluña
y Valencia. Cuando Isabel subió al trono, Castilla estaba compuesta por los
reinos de Asturias, Galicia, León, las provincias vascas y Valencia, Andalucía
(excepto el reino árabe de Granada) y Murcia. Esta enorme extensión de tierras
y habitantes hacían de Castilla el reino más poderoso de la Península, pero la
nefasta gobernación anterior había degradado el papel de la corona y la
autoridad real era incapaz de dominar a la levantisca y ambiciosa nobleza. Si
a la importancia de Castilla se añadían los reinos patrimoniales de Fernando,
heredados a la muertede su padre Juan II en 1479, que abarcaban desde los
Pirineos hasta Valencia, además de Baleares, Cerdeña y Sicilia, los dominios
de los Reyes Católicos habían cobrado tal importancia que era menester meter
en cintura a las fuerzas vivas de Castilla. Por tanto, se entregaron a
la tarea de restaurar el orden y la autoridad real.
Por aquella época, la realeza era una generalizada forma de gobierno en casi
toda Europa. Los reyes, a pesar de tener el poder absoluto, en realidad
raramente gobernaban por sí mismos. Con mucha frecuencia había en la corte una
o más personas influyentes que tomaban las principales decisiones. Esta
práctica se acentuaba cuando el monarca era un niño, un loco, un infradotado o
simplemente un ignorante. Los casamientos entre parientes cercanos, tan
conveniente para las alianzas de las naciones, producían muchos hijos
degenerados, enfermizos o sin capacidades reproductivas, lo que complicaba las
sucesiones y frecuentemente provocaba guerras civiles con intervenciones
extranjeras.
Para entender las relaciones entre las naciones en una época determinada, es
necesario investigar cuáles eran los lazos familiares de los monarcas. Otra
importante característica heradada de la edad media, era la increíble
fidelidad de los pueblos hacia sus reyes. Las rebeliones eran muy escasas,
bien justificadas y sangrientamente reprimidas.
El personaje más influyente al principio de este período, fue el incansable
sacerdote Tomás de Torquemada, confesor de la reina Isabel de Castilla, al que
se le atribuyen tres importantes decisiones: la creación de la Inquisición
Española, la
expulsión de los judíos y la financiación del viaje exploratorio de Colón. La
Inquisición se fundó en 1478 con el propósito inicial de garantizar la fe de
los conversos. Debía curar las enfermedades espirituales de la nación,
a través de una maratón de interrogatorios y torturas. Sus sanciones eran
sangrientas y se estima que solamente en Sevilla, desde 1480 hasta 1488 el
tribunal ejecutó 700 personas y torturó varios miles. Los conversos acusados
de practicar la fe judía eran las víctimas más habituales. Cuando ya no
existían más judíos o protestantes sospechosos, la Inquisición siguió actuando
por docientos años más como guardiana absoluta de la ortodoxia y moralidad
cristiana. Tenía el poder de juzgar la vida diaria de la población, castigando
palabras obsenas o subersivas, malos pensamientos, escritos, mala
conducta sexual, bigamia, usura, brujerías, prácticas supersticiosas y muchos
otros crímenes mayores o menores.
Gradualmente la población aprendió a identificar la Inquisición con la fe
católica. Cuando un inocente era muerto o espantosamente torturado sin
explicación alguna, la población lejos de rebelarse, prefería pensar que la
víctima realmente ocultaba algún terrible pecado. Fue una institución tan
eficiente que dejó una marca permanente en el pueblo español y en los
extranjeros conquistados.
Los Reyes Católicos tuvieron cinco hijos. Tres de sus hijas tendrían un gran
impacto en la historia de los gobiernos europeos: Juana en España, Catalina en
Inglaterra y María en Portugal. Los dos hijos mayores, Juan e Isabel no
alcanzaron a vivir lo suficiente.
Juan era el hijo mayor, casado con la princesa Margaret, hija del Emperador
Maximiliano de Austria. Con ella tuvo un hijo, pero no lo alcanzó a conocer
porque murió antes del nacimiento en 1497. La infanta Isabel, siguiente en los
derechos de sucesión, falleció de parto en el año 1500, y también murió su
hijo poco después, cuando ya había sido reconocido como príncipe heredero por
las Cortes de Castilla.
La hija menor, María, se casó en Portugal. La siguiente, Catalina, nacida en
1485 fue prometida a Arturo, príncipe heredero e hijo primogénito de Enrique
VII, Rey de Inglaterra. Se casaron en 1501, cuando él tenía 16 años y ella 17.
Al año siguiente Arturo se murió y Catalina se comprometió con su hermano
menor Enrique, Príncipe de Gales. Como él tenía sólo 12 años, tuvieron que
esperar hasta 1508 para realizar la boda. En 1509, Enrique VIII fue coronado
rey y ella era la reina de los ingleses, conocida con el nombre de Catherine
of Aragon.
La infanta Juana, heredera de Castilla por la muerte prematura de sus hermanos
mayores, desgraciadamente era tan loca como su abuela materna. En febrero de 1496 se realizó su boda
por poderes con el archiduque Felipe "El Hermoso". Cuando los esposos
se encontraron en Flandes, surgió entre ellos una fuerte atracción que alcanzó tal grado
que sin esperar a los esponsales oficiales, esa misma noche se retiraron a
sus aposentos para dedicarse con gran ardor a consumar el vínculo matrimonial.
El 16 de Noviembre de 1498 nació en Bruselas la infanta Leonor, hermana mayor
del futuro emperador Carlos. Para entonces ya habían llegado a Castilla
rumores sobre las graves desavenencias del joven matrimonio. Juana no podía
soportar los devaneos amorosos extra conyugales de su bello galán flamenco y
poco a poco se fue amargando y enrareciendo su carácter.
Despues de la muerte de la infanta Isabel en 1500, Los Reyes Católicos
reclamaron la presencia en España de Juana y Felipe, porque ella quedaba
primera en la línea de sucesión al trono. Felipe, por su caracter mundano, muy
pronto se hartó de la severa corte castellana y regresó a Flandes, dejando en
España a su esposa que estaba embarazada del que sería el infante Fernando.
Fernando nació en 1502 y su madre decidió dejarlo en España para seguir a su
esposo a Los Países Bajos, cosa que no consiguió hasta 1504, por la fuerte
oposición de sus padres a que abandone el reino. Reunida con su esposo, la
vida en común se hizo cada vez más difícil. Felipe tenía una amante que todo
el mundo conocía en la corte flamenca. Durante un fiesta, Juana se abalanzó
sobre ella como una fiera. Tras esa escena, que Felipe castigó con dureza,
Juana empezó a perder definitivamente la razón. Felipe estaba harto de "La
Terrible", como era apodada la infanta española en Flandes.
Las tristes noticias sobre su hija aceleraron la muerte de Isabel la Católica
que en su testamento nombraba gobernador de Castilla a su esposo Fernando en
ausencia de su hija, "...que en viniendo esta y no queriendo o no pudiendo
gobernar, gobernará el rey Don Fernando". Añadía que en caso de
incapacidad de su hija, la regencia debería ser desempeñada por éste hasta la
mayoría de edad de su nieto Carlos.
La Reina falleció el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo. Esto hizo
peligrar la frágil unidad de la corona española, que a pesar de estar
unida en Castilla y Aragón, todavía eran dos instituciones separadas. Isabel
no quería que Castilla quedara en manos de su yerno extranjero y los
castellanos no querían tener como Regente al rey de Aragón.
Al llegar desde Holanda, el encuentro entre Felipe y su suegro Fernando fue
muy frío, para decirlo con elegancia. Fernando influyó sobre su hija para que
abdicara en él, pero Felipe interceptó el documento y encerró a su esposa.
Así, impedía que fuera visitada por los embajadores de su padre.
Fernando, a pesar de haber sido el esposo de la reina Isabel por tanto tiempo,
tenía grandes enemigos en Castilla. En 1505 las Cortes de Toro determinaron
que el Regente debía ser su yerno Felipe, pero éste se murió oportunamente.
Aquel año las malas cosechas y la propagación de la peste sumieron a la
población castellana en una grave situación de hambre y mortandad. La corte se
trasladó a Burgos y allí, tras una rápida y violenta enfermedad, murió Felipe
el Hermoso a los 28 años, el 25 de septiembre de 1505, sin haber cumplido los
tres meses de su tan ansiado reinado.
Se pensó que había sido envenenado por orden de su suegro, pero predominó la
opinión que se vio contagiado por la epidemia de peste que venía extendiéndose
por España desde 1502. Su virulenta y fulminante enfermedad, que le llevó a la
muerte en tan solo cuatro días, se produjo después una partida de caza que fue
seguida de un partido de pelota con un fornido vizcaíno, durante el que bebió
agua helada.
Juana era la heredera al trono de Castilla, pero sin poder soportar la muerte
de su marido se volvió rematadamente loca y terminó confinada en la torre de
Tordesillas desde 1509 y por 46 años, manteniendo hasta el final su título de
Reina de Castilla. Esta solución conformó a todos. España tenía fuertes
vínculos reales con Portugal, Inglaterra y el heredero español era nieto del
Emperador de Austria.
El Cardenal Jiménez Cisneros había sido el confesor de la reina Isabel desde
1492, sucediendo también a Torquemada como Inquisidor General. Contaba con el
apoyo de las tropas reales y tras la muerte de Felipe tomó el mando de
Castilla sin dar tiempo a que pudiese estallar una guerra civil entre los
grandes de España y los nobles flamencos. Impuso como Regente de Castilla al
rey Fernando de Aragón, pero Cisneros fue el hombre fuerte indiscutido de la
corona desde 1505 hasta la muerte de Fernando en 1516.
Cisneros formó una milicia urbana que recibió el nombre de Gente de la
Ordenanza de la cual decía: "Estos son mis poderes" cuando los nobles
preguntaban al cardenal que en qué basaba su legitimidad. Mantuvo la política
centralista y de fortalecimiento del poder real, objetivo que consiguió con
creces.
En 1509 Fernando envió una expedición organizada por Cisneros y conquistó
Orán, Bujía y Trípoli. Un año después, la Santa Sede le concedió el reino de
Nápoles a Fernando y en 1511 participó con el papa Julio II y Enrique VIII de
Inglaterra en la Liga Santa contra Francia. En 1512, conquistó el reino de
Navarra y lo agregó al de Castilla. También en 1512 Balboa descubrió la
existencia del Océano Pacífico y en 1515 se organizó el viaje de Solís.
Durante este período se produjeron graves conflictos exteriores. Francia
quería apoderarse de Navarra y los corsarios berberiscos atacaban el norte de
Africa. Las soluciones aportadas por Cisneros siempre fueron satisfactorias
para los castellanos, desempeñando un papel fundamental en estos difíciles
años de la corona.
Cuando falleció el rey Fernando en 1516, los castellanos querían que lo
sucediera su nieto el infante Fernando, segundo hijo varón de Juana la Loca y Felipe
el Hermoso. Cisneros apoyó esta causa, porque Fernando se había criado toda su
vida en Castilla, desde que su madre lo abandonó para seguir al marido en los
Países Bajos. En realidad, el derecho de sucesión le correspondía al mayor de los
varones, Carlos, que se había criado en Flandes y ni siquiera sabía hablar
castellano. Se produjo la invasión de la corte flamenca en Castilla, que
finalmente impuso al mayor de los infantes para comenzar la dinastía de los Austrias.
Cuando iba al encuentro del nuevo monarca, Cisneros se murió en Burgos el 8 de noviembre de 1517, evitando así todas las
humillaciones que le tenían reservadas los colaboradores flamencos de Carlos I.
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