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Las minas de oro y plata
eropeas eran muy pobres en la concentración del mineral, de muy difícil acceso
y la mano de obra muy cara. El clásico ejemplo eran las minas de Bohemia. Al
tiempo que Colón descubría América, los checos vivían uno de sus escasos
períodos de paz, sin guerras civiles ni invasiones extranjeras. A sesenta
kilómetros al Este de Praga, explotaban sus minas de Kutná Hora (Kutná=mina;
Hora=montaña). Acuñaban las monedas que circulaban por toda europa. La palabra
"moneda", en checo se dice "dolar". El que tenía muchos dólares era rico y
poderoso, por eso la mayoría de la gente era capaz hasta de matar a su madre
por ellos. El tiempo pasa y la historia humana sigue siendo siempre la misma
historia.
Los adivinos no podían explicarle a Moctezuma que los españoles tropezarían
accidentalmente con este continente en su camino hacia la India. No podía
imaginarse que sería un estorbo y los misteriosos extranjero sólo tratarían de
encontrar la forma de llegar al otro océano. Los europeos en general, no
estarían interesados en conquistar ni poblar ninguna parte de América. Sólo
recorrerían sus costas y hubieran seguido así por muchísimo tiempo.
Moctezuma sabía lo que pasaría y trababa de evitarlo. Todo lo hizo mal.
Aumentó excesivamente los sacrificios humanos para conformar a los dioses y
pedirles que no permitan el final de su imperio. Se ganó así la antipatía de
todos sus vecinos. Los adivinos no le dijeron que el primero en llegar sería
un aventurero desconocido en su propio país y hasta por su propio monarca. En
vez de matarlos a todos, los tató de sobornar, con lo que despertó ambiciones
desmedidas en aquellos extranjeros.
Todo lo que hizo Moctezuma, fue arruinar las posibilidades de sobrevivencia de
las civilizaciones americanas. Con mas tiempo hubiera conocido a los
invasores. Hubiera sabido que no eran seres sobrenaturales y que tenían
notables desventajas al compararlos con la fortaleza de su propio imperio. Los
salvajes indígenas del Sur y del Norte estaban a salvo y la civilización del
imperio Azteca hubiera sido una simple curiosidad, demasiado fuertes y
poderosos para ser conquistarlos con un ejército ultamarino. Poco a poco los
nativos americanos hubieran adquirido armas, caballos y la técnica guerrera de
los europeos. A la larga, no hubieran sido un bocadillo fácil y otra hubiera
sido la historia del continente. Sin embargo, el destino estaba sellado. Los
españoles no lo sabían, pero estaban a punto de sacarse el premio mayor de la
lotería.
En la isla del valle de México los aztecas construyeron Tenochtitlan, una de
las ciudades más bellas del mundo. También era una de las más grandes de su
época, con cien mil habitantes permanentes. Madrid por por ese entonces tenía
menos de quince mil. Los aztecas construyeron varias calzadas, que conectaban
la isla con las principales ciudades de la costa: Texcoco, Tacuba, Coyoacan e
Ixtapalapa. Blancas torres se elevaban a orillas del agua. Los palacios,
mercados, templos y pirámides albergaban el centro político, comercial y
religioso del imperio. Las casas de piedra se adornaban con delicados trabajos
en madera de cedro, llenas de orquídeas, jardines de rosas y estanques con
peces. Desde Ixtapalapa se extendía una calzada sólida hacia el Este y despues
hacia el Norte, a través del lago Texcoco. Al final de la calzada, a ocho
kilómetros de distancia podían verse las pirámides de Tenochtitlan. En Xoloc,
la calzada de Ixtacalapa se encontraba con la de Coyoacan. Las ciudades de la
costa, bellísimas en toda su extensión no podían igualar la grandeza y
esplendor de Tenochtitlan.
Extraños acontecimientos ocurrieron con inusitada frecuencia. Sobre el Anáhuac
apareció un cometa de tres cabezas que alumbró durante cuarenta noches con su
gran luz visible hacia el Este. Las torres del templo de Huitzilopochtli se
incendiaron misteriosamente. Otro templo fue alcanzado por un rayo.
Tenochtitlan se inundó a causa de un súbito desbordamiento del lago Texcoco.
Un ejército azteca fue destruído por árboles y rocas que caían en una
provincia distante. El anciano Netzahualpilli, cacique de Texcoco, declaró a
los aztecas que sólo podían esperar el cumplimiento de su destino. Moctezuma
estaba desesperado. Convencido que sólo el favor de los dioses podía salvar a
los aztecas, ordenó que una nueva piedra sacramental procedente de las
canteras de Coyoacan, fuera llevada a Tenochtitlan para honrar a los dioses
con la sangre de miles de víctimas.
Los ejércitos aztecas fueron enviados en todas direcciones a conseguir
cantidades sin precedentes de prisioneros. En un solo día sacrificaron diez
mil. Se ordenó que el templo de Huitzilopochtli se cubriera de joyas desde la
base hasta la cúspide para halagarlo. Moctezuma ordenó que expulsaran de la
corte a todos los plebeyos. Se rodeó solamente de los nobles que consideraba
dignos. Aumentó el impuesto a los comerciantes. Demandó mayores tributos de
las tribus conquistadas. Dirigentes expertos querían advertirle a Moctezuma
que todas estas medidas debilitarían el imperio, pero cuando el tesorero le
argumentó que los contribuyentes ya estaban al límite con tantos impuestos,
Moctezuma lo condenó a morir.
Los pueblos sometidos, oprimidos por una tiranía sin precedentes, esperaban la
oportunidad para liberarse. El regreso de Quetzalcóatl era una amenaza para
los aztecas y una promesa de salvación para el resto de los mexicas.
Cuando Netzahualpilli murió dejando varios hijos, Moctezuma ordenó que lo
sucediera Cacama. Otro de los hijos, Ixtlilxochtil, organizó una rebelión y se
apoderó de la mitad del territorio de Texcoco. Los aztecas suprimieron la
rebelión y lo quemaron vivo. Esta guerra aún estaba en su apogeo, cuando
llegaron mensajeros procedentes de la costa con la noticia que Moctezuma tanto
había temido: los emisarios de Quetzalcóatl habían llegado a Tabasco.
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