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Historias de Entre Rios
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  Libro I
Capítulo 4
Los Españoles

 

El español está hecho de una fascinante mezcla de sangres (1). Quizás la mezcla no fue homogénea debido al terreno montañoso que no facilitaba las comunicaciones. No se produjo una unidad, ni racial ni de idioma, mucho menos institucional. La península Ibérica está poblada por un conglomerado de pueblos que se llevan mal entre ellos desde que comenzaron a existir.

Hechos inequívocos demuestran que los distintos grupos humanos, se la pasaron peleando unos contra otros a lo largo de toda la historia española. Jamás pudieron ponerse de acuerdo para formar una verdadera unidad nacional permanente o duradera. Cada vez que estaban a punto de unificarse, algo pasaba que los volvía a dividir, una y otra vez como si fuera una maldición que persiste a través de los siglos.

Tras la caída del Imperio Romano los suevos, los vándalos y los alanos entraron en España, pero fueron derrotados por los visigodos, que a finales del siglo VI ocuparon prácticamente toda la península. Entonces fueron invadidos por los moros musulmanes que derrotaron al rey Don Rodrigo en el año 711 y se perdió la monarquía original.

Los príncipes cristianos refugiados en las montañas del Norte, cuando no se peleaban entre ellos, lentamente fueron ganando territorio. La reconquista cristiana total duró casi ocho siglos, 781 años exactamente.

El reino de Navarra comenzó a avanzar sobre el territorio Riojano y se extendió hacia los ríos Aragón y Ebro. El reino de Pamplona hizo presión hacia el oriente y liberó sin fusionar a varios condados del Pirineo.



En el tercer siglo de ocupación mora, se produjo la primera oportunidad histórica para unificar a la España cristiana. Sancho III Jimeno, “El Mayor” reinó de 1005 hasta 1035 y marca el apogeo del reino de Pamplona. Extendió sus dominios hasta donde ningún otro príncipe cristiano lo había conseguido hasta la fecha. Ocupó León y extendió su reino hasta Galicia. Actuó como árbitro en las disputas internas de los Condados de Barcelona. Incorporó a la corona de Navarra los condados de Sobrarbe y Ribagorza; el condado de Castilla y el de Aragón; gana además, el vasallaje del conde de Gascuña. Se proclamó a sí mismo Rex Hispaniarum o Rey de Las Españas. No fue capaz de consolidar esa fugaz unidad española, porque en vida había repartido su reino entre cuatro hijos gobernadores, que después de su muerte en 1035 se volvieron independientes.

Así comenzó a dividirse la España cristiana y nunca más volvería a unirse en forma definitiva. Fernando I recibió el reino de Castilla, García III el reino de Navarra y los países vascos, Gonzalo las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos. Finalmente, su hijo extramatrimonial Ramiro I se quedó con el condado de Aragón, que fue elevado a categoría de reino.

La experiencia de Sancho III, al nombrar gobernadores a sus propios hijos en los distintos territorios del reino, constituyó una amarga lección en la historia de los españoles. Su hijo Fernando I de Castilla, también vuelve a tropezar con la misma piedra pero con peores consecuencias, porque se produjo una guerra civil entre los hermanos. Siguiendo de esta manera, con el tiempo se provocaría una división territorial progresiva e interminable. Para evitarlo, quedó demostrado que los Reyes debían respetar la sucesión de los "señoríos".

El territorio del monarca estaba dividido en "señoríos", que son como "provincias" donde los "gobernadores" (condes, marqueses) se sucedían hereditariamente al igual que los reyes. Ese es el fundamento de los distintos linajes de la nobleza española. Los nobles y sus descendientes, debían mantener su lealtad al rey y a sus descendientes. Al menos ésa era la teoría, que no siempre funcionaba bien en la práctica.

Las relaciones de cada monarca con su nobleza fueron intrincados enigmas incomprensibles, a menos que se analicen como una confrontación del poder central con las regiones. Cada vez que el poder central se debilitaba, se producían guerras civiles. Si los poderes locales eran muy fuertes, pretendían independizarse desintegrando la unidad. Si predominaba el poder central se garantizaba la unidad, pero con un malestar generalizado en las comunidades individuales que frecuentemente terminaba en rebelión. Esta pugna interminable la transmitirán los españoles a todos los territorios conquistados alrededor del mundo.

  El Cid Campeador

Al igual que su padre, Fernando I de Castilla había repartido en vida su reino entre los hijos. El mayor, Sancho, gobernaba Castilla y el segundo, Alfonso, lo hacía en León. Otros hijos tenían partes menores. A la muerte de Fernando I, los hijos mayores se pusieron de acuerdo para privar a su hermano García del gobierno de Galicia. Después, se pelearon entre ellos para quedarse con todo el reino. El que ganó fue Sancho, gracias a la eficacia militar de su joven alférez, Rodrigo Díaz de Vivar, que desde entonces recibió el nombre del “El Campeador”.

Sancho I fue proclamado rey de León y Castilla, mientras que su hermano Alfonso quedó preso en Burgos. Luego Sancho I puso cerco a la ciudad de Zamora, que le había correspondido a su hermana doña Urraca. Un caballero de la ciudad sitiada se infiltró en el campamento del rey y lo mató a lanzazos. Rodrigo Díaz lo persiguió, pero tuvo que conformarse con que el hermano del rey que él mismo había derrotado, fuera llamado de su prisión para hacerse coronar rey de León y Castilla como Alfonso VI.

La hermana Urraca estaba feliz, y los nobles de León, de Galicia y Portugal aceptaron a Alfonso, pero una parte de los castellanos exigió que el nuevo rey jurara en la iglesia de Santa Gadea, que no tuvo nada que ver con el asesinato de su hermano. El encargado de tomarle juramento, fue Rodrigo Díaz de Vivar, humillación que tampoco le perdonó el nuevo monarca. Muy pronto “El Campeador” tuvo que buscar nuevos horizontes. Alfonso VI lo mandó bien lejos en misión regia a la ciudad mora de Sevilla y luego lo desterró por primera vez cuando Rodrigo entró sin aprobación previa a las tierras de Toledo.

Rodrigo Díaz de Vivar se llevó una fuerte y leal mesnada y ofreció sus servicios a varios potentados de toda la península. Intervino en las guerras sucesorias del reino árabe de Zaragoza. Tuvo que combatir con el conde de Barcelona, que antes no lo había querido recibir. Rodrigo lo venció, lo tomó prisionero y luego lo dejó en libertad. Poco a poco Rodrigo se hizo famoso como guerrero y los moros lo comenzaron a llamar “Sidi” que significaba el señor. Los españoles lo bautizaron como “El Cid”.

El alcalde moro de Rueda le tendió una emboscada a Alfonso VI y El Cid acudió en su ayuda. Ante la lealtad de su vasallo, el rey le levantó el destierro. Sin embargo, El Cid permaneció en Zamora, donde prestaba sus servicios al monarca moro.

Sabiendo que El Cid no lo atacaría desde Zamora, Alfonso VI apretó el cerco de Toledo, que se rindió en 1085. Esa victoria le dio tremenda fama al rey castellano, que se autoproclamó emperador. Los nobles de Cataluña le pedían arbitrajes en sus disputas y los musulmanes de Sevilla lo llamaban “el emperador de las dos Españas”. Alfonso VI ejercía su potestad soberana en casi toda la península. Tampoco duraría mucho ese intento de unión cristiana.

Siguieron varios años de continuas guerras entre moros y cristianos, al cabo de los cuales, El Cid se había convertido en una potencia peninsular, que contrastaba con los fracasos militares del monarca Alfonso VI, que perdió hasta la ciudad de Lisboa.

En 1095, Enrique de Borgoña se reunió con el vapuleado monarca castellano para definir la perdida frontera entre la vasta extensión del Miño y el Tajo. Así nació el reino independiente de Portugal.

En contraste con las derrotas de Alfonso VI, Rodrigo reconquista por sí mismo la ciudad de Valencia, bien adentro del territorio musulmán, donde gobernó hasta su muerte en el año 1099. Valencia se había convertido en el centro estratégico peninsular, pero los reyes cristianos no pudieron mantenerla y fue recuperada por los moros. Se formó entonces, para siempre, la leyenda del Cid Campeador, que fue desde entonces el prototipo del héroe español.

El Cid era como un matador que se jugaba la vida en cada pase al toro bravo despertando una admiración sin límites, pero sin ninguna finalidad práctica ni consecuencia de largo plazo. Tenía una lealtad inconmovible hacia un monarca que lo aborrecía. Con sus proezas resaltaba los fracasos militares del rey, que nunca lo quiso tener a su servicio. La valentía del Cid y su arrojo personal, eran admirados hasta por el enemigo. Su propia gente lo seguía como si fuera un dios infalible en la tierra. Su cuerpo muerto sobre el caballo, era capaz de inspirar a todo el ejército para lograr la victoria. Participó activamente en las guerras civiles de los cristianos y en el destierro fue un mercenario que servía a los musulmanes en sus disputas internas. Hasta luchó contra nobles cristianos pero nadie se lo reprochó.

El embajador del Cid le dijo a Alfonso VI: "El Cid conquistó a Valencia, señor, y os la regala", pero sus conquistas fueron un desperdicio después de su muerte. Simplemente fue un héroe individual que no necesitaba de alianzas ni de grupos de apoyo. El solo era capaz de conquistar hasta la luna. Muchos españoles notables se inspirarían en el Cid Campeador, para realizar hazañas increíbles y aceptar después la ingratitud del monarca con hidalguía y resignación.

  La reconquista

Se había desintegrado el califato de Córdoba, que fue sustituido por un desunido conjunto de reinos de taifas. La historia de "las dos Españas" se vuelve muy complicada por la multiplicidad de reinos cristianos y musulmanes, con una infinidad de interacciones entre ellos.

Con la toma de Toledo en 1085, el monarca de Castilla y León se afianzaba como líder de una potencia peninsular. Los flancos contra el moro lo formaban Aragón y Portugal, pero la larga línea central de ataque le correspondía a Castilla. En el Norte, los condados de Barcelona y Navarra, quedaban fuera de la lucha y sin posibilidades de expansión territorial.

Vinieron luego muchos años de guerras perdidas contra los moros; de casamientos y divorcios entre las familias de los monarcas cristianos; de alianzas y traiciones con algunos intentos infructuosos de unificar los reinos cristianos.

Era la época de los nobles y románticos caballeros medievales. Todavía no se utilizaba la pólvora ni la artillería. Los guerreros peleaban con sus lanzas y espadas. Las cruzadas cristianas formaron el telón de fondo de aquella época. En 1071, después de su derrota a manos de los musulmanes, el Emperador de Oriente Alejo Comneno pide ayuda a la cristiandad occidental a través del papa Urbano II. En el año 1097, la primera cruzada de 30.000 caballeros cruza el Bósforo en Constantinopla.

La España cristiana participa activamente en las cruzadas y se comunica con el resto de Europa, presa de un dinamismo producido por el éxito de un sistema feudal. Gracias a este auge, surgen las monarquías nacionales y la burguesía de las grandes ciudades en toda Europa. El papado se dedica a activamente la política y promueve las reformas cristianas. Aparecen grandes corporaciones, como los gremios artesanales de las grandes ciudades y las universidades que concentran el saber con un nuevo ímpetu innovador.

Mientras tanto en Castilla, a la muerte de Alfonso VI lo había sucedido su hija Urraca y el linaje continuaría a través de su hijo Alfonso VII, coronado en 1126. No fueron años de muchas glorias para los cristianos y a la muerte del rey, renacieron las discordias entre castellanos y leoneses, que jamás se llevaron bien. En 1157 ya había dos reyes: Juan III de Castilla y Fernando II de León.



Tras la muerte del rey Fernando II, los reinos cristianos retornaron a su política suicida de enfrentamientos. Lo sucedió Alfonso IX de León, quien formó una coalición contra Castilla en 1188, que como consecuencia se debilitó y perdió terreno frente al ataque Almohade de 1195.

Los reinos cristianos estaban en una situación paranoica y desesperada. Navarra y León se aliaron ¡a los moros! para recuperar terrenos en el territorio de Castilla, que buscó la alianza con Aragón y reaccionó contra Navarra. Finalmente las provincias vascongadas de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya fueron incorporadas a Castilla.

La evolución de las provincias vascongadas hasta entonces, había sido independiente y nunca formaron parte territorial, mucho menos institucional, con el resto de la península. Los vascos son una raza distinta y hablan un idioma que no es latino. Son los extraterrestres de España. Hasta los romanos ya habían establecido una división administrativa aparte para los vascos. Las tres provincias vascongadas tenían cada una sus propias instituciones, diferentes e independientes entre ellas y del reino de Navarra. Hasta el día del juicio final seguirán discutiendo los historiadores si esta incorporación de las provincias vascas a Castilla fue voluntaria o forzosa.

Al filo del año 1200, la situación de los reinos cristianos frente a los moros musulmanes era angustiosa. En 1199 había muerto el califa almohade y lo sucedió su hijo Abu Abd Allah y tomó el título de amir-al-muminin, al que los cristianos llamaron Miramamolin. El joven líder almohade declaró una jihad o “guerra santa” a los infieles de la península.

En 1203 el califa se apoderó de las Baleares. Por los cinco reinos cristianos crecía el temor. La escuadra almohade había atacado en 1210 las costas de Cataluña y efectuaba razzias dentro del continente, provocando pánico en la población. Todos los reyes menos Alfonso IX de León, viejo y resentido, deciden unir sus esfuerzos.

El enorme ejército almohade partió de Marrakech en 1211. Los ejércitos cristianos se concentraron en Toledo. Era una Cruzada en toda la regla, con la participación de caballeros cristianos de toda Europa. Se unieron hasta algunos caballeros leoneses, pese a que su monarca no participaba de la alianza cristiana.

Las tropas de Miramamolín se concentraron en Sevilla. Los cristianos atacaron y ganaron Malagón y también se rindió el castillo de Calatrava. Como los españoles no permitieron el saqueo, la mayoría de los cruzados europeos abandonaron la lucha y durante el regreso a sus países de origen, depredaron a cristianos y judíos españoles.

El ejército cristiano reconquistó varias plazas y se acercaba a la Sierra Morena. La tropa tenía una moral muy alta. El escenario de la gran batalla ha pasado a la historia con el nombre de las Navas de Tolosa y en 1212 se produce la victoria que benefició a “los tres Alfonsos”: II de Portugal, VIII de Castilla y IX de León. Finalmente los reyes cristianos acordaron por las treguas de Coimbra, cesar toda hostilidad entre ellos y concentraron la lucha en la reconquista de los territorios en poder de los islámicos.

A lo largo de treinta años, los cristianos recuperaron toda la península, con la excepción del reino de Granada, que en 1250 conservaba importantes ciudades como Málaga, Almería, Ronda y Antequera. Las coronas de Portugal, Castilla y Aragón se convirtieron en potencias Europeas.

Portugal recuperó el territorio entre el Tajo y el Guadiana. Aragón tomó Valencia junto con las islas mediterráneas de Iviza, Mallorca, Menorca, Cerdeña y Sicilia. El resto del territorio peninsular se unificó bajo la corona de Castilla y León.

  Castilla y Flandes

Los españoles dieron por terminada la reconquista antes de completarla y dejaron de emprender campañas contra los moros. Las peleas entre los reinos y las guerras civiles dentro de cada uno de ellos, los tuvieron ocupados por muchísimo tiempo. El reino tributario de Granada, rodeado por Castilla, quedó vivo por los siguientes dos siglos y medio.

La Corona de Aragón, comenzó su expansionismo por el Mediterráneo con el Rey Pedro III, que comenzó a gobernar en 1276. Se apoderó de Sicilia en 1302 y tomó posesión de Malta y Pantelaria. Durante toda esta etapa de dominaciones, la corona de Aragón usó unas tropas especiales de mercenarios, llamadas los almogávares, nombre que derivaba de la palabra árabe al-mugawar que significa algo así como “expedicionarios a caballo”. Eran soldados profesionales al estilo de los “guerreros de la fe” musulmanes. Si bien recibían salario, los movía una alta cuota de idealismo, compatible con el de las cruzadas. Los almogávares defendían también los intereses de los comerciantes, especialmente de Cataluña, que eran los que les pagaban. Ganaron tal celebridad estos guerreros en el Mediterráneo, que el emperador Andrónico de Constantinopla les pidió ayuda en su guerra contra los turcos.

Durante el reinado de Pedro IV entre 1336 y 1387, la corona de Aragón se convierte en una confederación de reinos, que incluía a Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Cerdeña, Sicilia y durante un breve período los ducados almogávares de Atenas y Neopatria. Se conservaba la autonomía de cada reino, pero la política exterior y el ejército estaban centralizados en la corona de Aragón.

Mientras la corona de Aragón se expandía con éxito en todo el Mediterráneo, la vida de Castilla era contradictoria y consumida por las luchas internas, que degeneraron varias veces en guerras civiles.

En 1338 se produce la primera guerra con Portugal, con clara ventaja castellana. La actividad de la flota de Castilla se extiende sobre las costas del Atlántico, el Cantábrico y el Mar del Norte. La primera actividad de Castilla en Flandes, se produce en 1348 por razones comerciales. A partir de ese momento, la relación será inamovible y prevalecerá todo el tiempo que duró la guerra europea de los Cien Años. Esta relación estrecha ente Castilla y Flandes dominaría y estaría por encima de la voluntad de todos los monarcas castellanos.

 

 

 

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(1) 

Los asentamientos humanos en la península, quizás se produjeron del 25.000 al 10.000 Antes de Cristo. Los primeros en llegar fueron los íberos, un pueblo del norte de África. Después llegaron los celtas, un pueblo típicamente ario, y de la fusión de los dos surgió una nueva etnia, los celtíberos, que se agruparon en varias tribus (cántabros, astures, lusitanos) que dieron nombre a sus respectivos territorios. Los siguientes en llegar fueron los fenicios, que fundaron varias plazas comerciales a lo largo de la costa, la más importante de las cuales fue Cádiz. Después vinieron los griegos, que fundaron varias ciudades, entre las que se encontraban Rosas, Ampurias y Sagunto. En su lucha contra los griegos, los fenicios llamaron a los cartagineses, quienes a las órdenes de Amílcar Barca, se apoderaron de la mayor parte de España. Fue en esta época cuando Roma inició una disputa fronteriza en defensa de las zonas de influencia griega. Así comenzó en la península la segunda guerra púnica, que decidió el destino del mundo de entonces. España quedó bajo el dominio de Roma durante seis siglos. Una vez que la península fue completamente sometida, hubo una romanización de tal magnitud, que las instituciones sociales establecidas entonces marcarían para siempre a todos los pueblos españoles: el cristianismo, el derecho romano y las intendencias. [Volver al Texto]