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Nuestro hogar, el planeta
tierra, tiene un diametro ecuatorial de 12.756 kilómetros y está a 149.600.000 kilómetros de distancia al sol. La atmósfera donde
podemos vivir tiene una altura de 5 kilómetros. Si la tierra fuera del tamaño de una naranja, el sol
estaría a una distancia de 150 kilómetros y nosotros viviríamos en una capita de aire de 5 milímetros sobre la cáscara
de esa naranja. Siguiendo con la misma comparación, si los océanos se elevaran una centécima de milímetro,
desaparecerían todas las llanuras del mundo. Los planetas se formaron hace unos 4.500 millones de años, al mismo tiempo que el Sol.
Por más de trescientos millones de años, lo que es toda una eternidad, los
dinosaurios eran los dueños indiscutibles de este planeta. El animal más
grande de toda la historia de los seres vivientes en la tierra fue el
Argentinasaurus sudamenricano, de cuarenta metros de largo y 100.000 kilos
de peso
(Ver Documento) . De un
día para el otro, hace ya 65 millones de años, probablemente un meteorito los
eliminó de la faz de la tierra. Esto nos recuerda que el final apocalíptico de
nuestra civilización podría ocurrir en cualquier momento. Bastaría con que nos
vuelva a caer encima una de esas basuritas del espacio, provocando una gran
explosión que nos dejaría a oscuras por miles de años, congelados dentro de
una inmensa nube de polvo.
Hace cien millones de años, un dinosaurio terrestre llamado Rugops Primus
(1) dejó esqueletos tanto en África
como en América. Eso prueba que en aquella época ambos continentes todavía
estaban unidos. Cuando se partió la tierra, la fauna y la flora originales
siguieron evolucionando de forma independiente en ambos lados. Sin embargo,
después de muchas catástrofes mundiales, cuando apareció la raza humana en el
lado africano, los dos terrenos ya estaban separados por un océano inmenso.
El continente Americano todavía continúa moviéndose, unos pocos centímetros
cada año. Las montañas se van elevando en el Oeste, a lo largo de una falla de
la corteza terrestre que llega casi de polo a polo. Al Este, quedan las
cicatrices de un pasado volcánico. En el medio del continente, se extiende una
llanura sedimentada que va desde el frío cono sur hasta las selvas
ecuatoriales.
Henrik Svensen y sus colegas de la Universidad de Oslo,
publicaron en la revista Nature en Junio del 2004, un estudio donde
mencionan que hace 55 millones de años
(Ver Documento) miles
de volcanes entraron en erupción en el Océano Atlántico,
lanzando 1500000000 millones de toneladas de emisiones, originando un
efecto invernadero muy severo, lo que produjo el período más caliente
(2) que se ha conocido hasta ahora en la
vida terrestre. Todos los hielos se derritieron. El nivel de las aguas subió
varios centenares de metros. Se inundaron las llanuras continentales y por
millones de años serían el fondo de un mar cálido, poco profundo y habitado
por crustáceos, tiburones, ballenas y corvinas.
Esta masiva actividad volcánica dejó la cicatriz de una cresta montañosa
sumergida en medio del Océano Atlántico, que va desde Groenlandia hasta el Sur
de África. En aquella época, la costa Este del continente estaba pasando por
ese lugar, a mitad de camino entre África y su posición actual.
De
las entrañas de la tierra subían gases y vapor de agua que formaban burbujas
dentro de la lava caliente, que al enfriarse dejaban hermosas grutas
coloreadas de silicatos. En las sucesivas oleadas de lava, quedaban atrapados
grandes colchones de arena que se derretían con el calor, formando piedras de
ágata. Enterradas a más de mil metros de profundidad, quedaban ampollas
herméticas de agua hirviente a gran presión.
Hace 5 millones de años, el clima del planeta se enfrió nuevamente. El primer
período frío duró casi un millón de años. Se formaron los dos casquetes
polares y el nivel de agua de los mares bajó, dejando los terrenos bajos al
descubierto. Así fue como aquella tierra Sudamericana surgió del lecho del
mar, surcada por grandes ríos caudalosos que recogían el agua de abundantes
lluvias.
En el Norte, el agua se desagotó hacia el Este, formando la cuenca del
Amazonas. Abajo, la cuenca del Paraná formó cursos de agua hacia el Sur, que
por milenios erosionaron el terreno blando y salino dejado por el océano. El
agua acarreaba arena desde el Norte, formando bancos amarillos y rojos de
hasta 150 metros de espesor en el cono Sur. Las piedras de ágata se rompían y
bajaban rodando con las corrientes de agua, hasta quedar como guijarros
redondeados que mezclados con la arena forman las costas y el fondo de los
grandes ríos.
Hace 700.000 años, la tierra se enfrió aún más y se formó la primera de una
serie de "eras glaciares" que duró hasta hace 130.000 años. Las aguas de los
océanos bajaron 90 metros y los glaciares cubrieron toda la cordillera de los
Andes hasta el ecuador. La temperatura volvió a calentarse a niveles muy
próximos a la que tenemos en la actualidad y duró hasta hace 80.000 años,
cuando el clima se volvió frio y seco, provocando un nuevo descenso de 80
metros en los océanos que duró hasta hace 35.000 años. Se estima que en esta
época se produce la entrada del hombre por el Norte del continente americano.
La glaciación llega a su grado más extremo entre hace 35.000 y 16.000 años. Se
alcanzaron las temperaturas más bajas desde hacía 100.000 años y el agua de
los mares retrocede 120 metros. La sabana reemplaza a los bosques
ecuatoriales. Hace unos 10,000 años, el mundo entró en un período de grandes
transformaciones climáticas. Hubo un calentamiento general del planeta, el
nivel de los mares subió hasta los niveles actuales y sobre todo, se instaló
el clima húmedo. Con la retidada de los glaciares, el aspecto y configuración
de los continentes terrestres quedaron tal cual los conocemos en el presente.
Las llanuras sudamericanas quedaron cubiertas por grandes capas de sal marina.
Se formaron grandes desiertos salinos hasta en la meseta precordillerana.
Existen ríos y lagunas de agua tan salada que no se pueden beber. Las napas
acuíferas son tan salobres que resultan malas para la irrigación, la
sedimentacióm del sarro tapa las tuberías y son inconvenientes para algunos
equipos industriales como las calderas productoras de vapor o los calentadores
de agua.
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